SAN CARLOS DE FOUCAULD

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Corrían los años 70, tiempos de Medellín, la Teología de la Liberación y de la necesidad y búsqueda de un catolicismo con fuertes raíces propias en la Iglesia de América Latina. En esa época también apareció la edición de la Biblia Latinoamericana, una traducción hecha en Chile por los padres Bernardo Hurault y Ramón Ricciardi. Esta edición de la Biblia cuya motivación era eminentemente pastoral, pues se buscaba que la Palabra de Dios llegara a nuestra gente y comunidades, en un lenguaje asequible pero fiel al texto sagrado, con unas notas y comentarios que partían de la realidad latinoamericana que se vivía en esos momentos.

Recuerdo que a mi casa llegó una de esas Biblias de la mano de mi padre, trataba de leerla, pero lo que más buscaba era las fotos que tenía, las cuáles tampoco entendía, pero hubo una que me llamó la atención, era la de un hombre delgado, con barba, hábito monacal con correa, un gran rosario en su cintura y en su pecho, en el hábito, un corazón con una cruz encima que salía del mismo. No pregunté quién era, pero aquella fotografía llamó mi atención, hasta el día en que alguien me dijo que era el Hermano Carlos de Foucauld. 

Cuando entré al Seminario averigüé sobre él, me dijeron que el hoy Mons. Rafael Felipe, Obispo Emérito de la Diócesis de Barahona, era muy admirador y seguidor de él (y viéndolo bien hoy día, hasta se parecen), y así comencé a leer y conocer a este gran personaje de la Iglesia, que desde el silencio de Nazaret y el desierto, ha hecho tanto, hasta la Iglesia reconocerle como Santo el pasado domingo 15, en Roma.

La biografía de San Carlos de Foucauld es interesante. En ella se muestra a un hombre en búsqueda, como San Pablo, San Agustín, San Francisco, Santa Teresa y otros grandes santos de la Iglesia, pues parece que todos aquellos que buscan más allá de sus realidades y de lo que son, agradan a Dios para que él se les revele, y cuando entran en contacto con él, como un día dijo el mismo Carlos, se dan cuenta que no pueden vivir sin él, y se entregan a su obra por siempre, hasta llegar a la presencia de ese mismo Dios que les llamó y les envió.

Del itinerario espiritual que vivió el Padre de Foucauld, como algunos le llaman, se desprenden unas líneas de espiritualidad, que según algunos, como el autor espiritual Henri Nouwen, marcan la pauta para la espiritualidad que necesitamos hoy, no en vano alguien le llamó junto a San Oscar Romero y San Juan XXIII: Pionero del futuro de la Iglesia y el mundo. Pues el Hermano Carlos, como también así se le llama, quiso ser el Hermano Universal, a semejanza de Cristo, acogiendo a todos sin importar raza, credo, posición social o política, solo ser hermano, desde su choza en el desierto, donde supo dispensar un lugar y tiempo para todos.

Él era también un hombre de oración, entrar en intimidad con Cristo, imitándole, desde el silencio, desde su vida en Nazaret, a través de la oración contemplativa, pasando largas horas y noches ante Él, presente en la Eucaristía, pero también dejándose iluminar por la reflexión que hacía en torno a su Palabra, y sirviendo a los más pobres que en ese momento conoció: los habitantes del desierto de Argel. Quiso invitar a otros a vivir lo que él estaba viviendo, pero la muerte le sorprendió a sus 58 años, pero como lo suyo no era suyo, sino del Señor, tiempo después, sus escritos y deseos salieron a la luz, y desde ese momento hasta hoy, hay toda una familia en el mundo entero, que vive bajo la sombra de su espiritualidad, y buscan hacer presente sus ideales, que son los del mismo Cristo y por lo cual la Iglesia le ha proclamado como Santo. 

San Carlos de Foucauld, ruega por nosotros. 

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