En la antigua Europa, cuando en algunos pueblos anunciaban la llegada de un santo, los mendigos con problemas físicos espantaban la mula para evitar que el enviado de Dios los curara y les quitara su fuente de ingresos. Y es que ser mendigo, por los siglos de los siglos, es más lucrativo de lo que podemos imaginar.
Tenemos el caso del falso mendigo accidentando. Lo conocía y sabía que él podía caminar. Me impresionó verlo tan animado con su gorrito de santicló pidiendo dizque para operar sus piernas. El amigo cojeaba con gracia y naturalidad.
Le pregunté: “¿qué te pasa muchacho, qué haces aquí, estás allantando o de verdad te sucedió algo?”. Me contestó: “yo no estoy cojo na´, licenciado, y vivo más bien que Lola, fíjese que cuando el semáforo se para, la gente me coge pena y me da al menos diez pesos y eso pasa cada minuto; usted que estudió, sume entonces cuánto yo me embolsillo cada día”.
¡Qué actor, caramba! ¡Cuánto histrionismo en alguien que nunca había pisado un teatro! Casi lo aplaudo, pero recordé que su arte era para engañar. Hice mis cálculos matemáticos con dificultad (soy abogado). Un semáforo permanece, suponiendo, 30 segundos en rojo y 30 en verde. Nuestro mendigo (que también puede ser un “limpiador” de cristales de vehículos) recoge por su actuación, digamos, 10 pesos promedio cada cambio de semáforo. Esto implica que recibe por hora 30 veces RD$10.00, lo que representa RD$300.00.
Si analizamos que nuestro protagonista, quizás para adaptarse a nuestras costumbres laborales, trabaja seis días a la semana, las 44 horas reglamentarias (no incluye el domingo, que hay que descansar) percibirá RD$13,200.00 semanalmente, es decir, RD$52,800.00 al mes. Nada mal. Esa suma la reciben muy pocos profesionales.
Y el mendigo “en sus funciones” no paga impuestos, energía eléctrica, agua, teléfono, material gastable… y no le importa el aumento de la tarifa eléctrica, los pactos fiscales o cosas por el estilo. Además de todo, tiene estabilidad laboral, pues él es el propietario de su esquina.
Así que, cuando nos encontremos con alguien “pidiendo” en la calle, es probable que económicamente esté mejor que nosotros, lo que no ha de impedir que le demos nuestros pesitos como reconocimiento de su talento para aparentar que es un mendigo y no un habilidoso comerciante. Ya, más en serio, en esta Navidad demos una mano al que lo necesite, que ese no suele pedir en la calle.
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