La Biblia es un libro que contiene muchos símbolos y signos. Vemos como en el Evangelio, los discípulos junto a Jesús cruzaron al otro lado del lago, se desató una tormenta y sintieron miedo. Pero, Jesús calmó la tempestad (Mt 8,23-27). En esta perícopa del Evangelio el barco representa a la Iglesia, el lago por el que atraviesan los discípulos es el mundo. La tormenta y las olas son las acciones de un espíritu maligno que intenta abatir a la Iglesia. Pero, afortunadamente, Jesús va a bordo y siempre ha sido así. Desde el principio, la Iglesia fue atacada por el diablo con diversas olas y tormentas, cada vez más violentas.
Hoy la Iglesia es atacada por la blasfemia, la profanación de nuestros templos, las falsas acusaciones e incluso, la apostasía. Al respecto, San Juan Pablo II, hace casi 30 años, en 1993 en la Iglesia dedicada a San Ignacio de Loyola, de Roma, dijo palabras que congelan la sangre: el Anticristo está entre nosotros. El inicio del nuevo año abre horizontes que aunque no sin una señal de luz, son demasiado oscuros y amenazantes. No podemos cerrar los ojos a lo que nos rodea. No podemos pasar por alto el hecho de que, junto con la cultura del amor y la vida, la civilización de la muerte se está extendiendo, siendo una acción directa de Satanás.
Hasta el día de hoy, el diablo parece vengarse del Santo Padre por los desenmascaramientos que hizo cuando lo reveló, quiere insultarlo, engañarlo y privarlo de la corona de la santidad. El beato Bronislao Markiewicz hace 140 años profetizó sobre el Papa polaco y su glorioso pontificado. Hoy también le rogamos al beato fundador de las Congregaciones Miguelitas, que nos apoye a nosotros y a la barca de la santa Iglesia, sacudidas por las olas del espíritu maligno.
Él sabía que los más amenazados serían los jóvenes, pues salían a las calles por la pobreza y el hambre para mendigar. Actualmente, ni siquiera saben lo que gritan y para qué luchan. A estos niños y jóvenes quiere salvar el beato p. Bronislao Markiewicz.
Sin embargo, para vivir y educar hoy existe un engañoso deseo de los padres de sacar a sus hijos del ámbito social en el cual nacieron y colocarlos en un nivel superior de la jerarquía social, sobre todo, de una posición más rentable, aumentando así cada año el número de descarrilados, de supervivientes sin educación.
El beato fue perseguido, porque el diablo no perdona a los santos, sus cartas eran interceptadas y detenidas, fue acusado y citado por la policía. En numerosos textos anónimos podía leer tales consignas sobre sí mismo: denunciador, conspirador, traidor, estafador, tramposo, intrigante, campesino, ladrón, etc.
Finalmente, su casa fue incendiada, la cual cuidadosamente construía para niños y jóvenes, con el dinero que habían recaudado con la ayuda de buena gente. No obstante perseveró porque tenía a Jesús a bordo. Y quien no lleve a Jesús a bordo o se deshaga de Él, debe esperarse que no llegue hasta el otro lado. Hacia esa orilla en la que se nos prometió en el momento del bautismo llegar al cielo, a la eternidad, hacia la salvación. Así que si sobrevivimos depende de Jesucristo, depende de si está en la cubierta de nuestras vidas, en nosotros, en nuestra patria, en nuestra familia, en nuestro corazón, depende de si habrá un lugar para Dios y sus clamores.
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