El tema haitiano que es de mucho tiempo, últimamente recurre con mucha frecuencia, pero se siente que está falto de sincerización, de una sinceridad histórica, demográfica, económica y ecológica. Y de una visión global, es decir, holística, en su totalidad.
A veces parece más al entretenimiento de sectores supremacistas, soberanistas, de opinantes de la situación nacional que a un interés humanitario y nacionalista. Aunque se ha opinado mucho, no se vislumbra una iniciativa que conduzca al mejoramiento de las condiciones.
El pasado día 23 el ministro de Salud Publica en visita al hospital Estrella Ureña de Santiago dijo una cosa que ya de tiempo la sabía y nosotros también la sabemos: que embarazadas haitianas vienen a dar a luz en hospitales dominicanos. Como en otras ocasiones, esas declaraciones levantaron una ola de opiniones que en esta ocasión tuvo de particular que el Presidente de la República, preguntado en dos ocasiones, sostuvo “que es un problema prácticamente insostenible.” Manifestó criterios humanitarios y añadió que el Gobierno dominicano está trabajando con el Gobierno haitiano y la comunidad internacional.
Opiniones periféricas afirmaron que detrás de las embarazadas haitianas hay una mafia, y más aún, el director del cuerpo militar encargado de velar por la integridad de la Frontera minimizó el tráfico de mujeres parturientas por la Frontera.
Por la prensa sabemos que nuestro ministro de Relaciones Exteriores ha tenido tres acercamientos al tema haitiano. Estuvo en la Frontera Sur para determinar la posición de dos pilares fronterizos movidos por el desbordamiento de las aguas de los lagos Enriquillo-Asuey. Después gestionó la reapertura de mercados fronterizos. Y visitó Haití en misión no oficial y sostuvo conversaciones con funcionarios haitianos, diplomáticos extranjeros y representantes de organismos internacionales. Se precisó que discutió un impuesto que impondría el Estado haitiano a los camiones transportadores de mercancía. Pero, en esta semana, el ministro de Relaciones Exteriores haitiano visita el país en misión oficial de una semana para conversar con los representantes diplomáticos haitianos, y con empresarios y con el Gobierno dominicano.
Nos parece que habría que aprovechar esta oportunidad, perdida en ocasiones anteriores, para alcanzar cuatro cosas. Primero una comisión de la verdad que dilucide temas históricos urticantes como el Degüello de Moca y el Corte de 1937, que explique la evolución en las relaciones domínico haitianas que han oscilado entre la confrontación y la comunicación, que establezca la población haitiana en el país en cantidad y niveles sociales, y que cuantifique los beneficios económicos del mercado binacional y de la mano de obra.
Segundo. Es necesario una iniciativa internacional que esclarezca los supuestos planes de fusión que con frecuencia se dice sostienen gobiernos e instancias internacionales y de ser necesario se denuncien ante instituciones internacionales como el Tribunal de La Haya.
Tercero, que se elabore un programa de cooperación internacional y dominico-haitiana.
Cuarto, pero primero en conseguir, que un grupo de veedores monitoree a las autoridades militares y civiles estacionados en la Frontera con la misión de garantizar la soberanía nacional y que medran del tráfico haitiano.
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