¿Cómo asumir una larga espera? Mateo lo presenta hoy en su evangelio (25, 14 – 30). Nos toca aceptar, que vivimos en un mundo en el cual Dios parece haberse “ido de viaje”. Mientras tanto, junto a todos los que compartimos esta tierra, somos los encargados de esta sociedad. Para ello nos han dado los talentos. Nos toca ponerlos a rendir.
Al igual que la primera generación cristiana, enfrentamos retos enormes. Ellos eran un grupito en una esquinita pobre de un Imperio romano con 50 millones de habitantes, militarizado y represivo. ¿Cómo ser buena noticia?
De la pobreza, sólo saldremos pensando en el largo plazo. Aquí, cerca de la mitad de nuestra población vive debajo del índice de pobreza de las Naciones Unidas. ¿Cómo pensarán en el largo plazo los ciudadanos que ignoran si cenarán esta noche? Y sin embargo, este pueblo heroico, piensa en el largo plazo, mientras cada día se echa al hombro la cruz de las carencias y sigue su marcha, tambaleándose. Aquí hay gente chiquita, que aparta en una lata escondida debajo de una losa, los cuartos para la medicina de la mamá, y un pasaje para unos nueve días en la Malena de Higüey.
Ante los retos enormes y la frustración de ver funcionarios mágicamente millonarios, una justicia manca, delincuentes de diez manos, campesinos y hospitales mendigos, cualquiera entierra su lucha y su talento, y se tira a morir, mascullando resignado: ¡A Dios que reparta suerte!
Sería error y traición contra tanta gente chiquita, que a fuerza de velar en la noche de su pobreza y de engurruñar los ojos mirando el horizonte negro, ¡hace que amanezca!
Fin de año. Otro noviembre. El Señor tarda en venir, ¡pero viene! Que nos encuentre luchando y rindiendo los talentos y posibilidades que todavía tenemos.
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