¿Yahvé o Jehová?

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IGLESIA PEREGRINA

 

¿Yahvé o Jehová?

El nombre en la Biblia, más que una etiqueta para identificar una persona o un lugar, describe la realidad misma, es decir, determina el sentido y el destino por el cual fue creado. Cuando Dios cambia el nombre de una persona significa que le ha confiado una nueva misión: Abram–Abraham (Gn 17,5), Jacob–Israel (Gn 32, 29; 35,10).

El nombre de Dios en el Pueblo de Israel experimenta una revelación progresiva, como nos revela la Bi­blia de los Setenta (LXX): el primer nombre de Dios en las Sagradas Escrituras es: “Elohim–ho theos–Dios Creador”; entre otros, en­contramos: “El–El Fuerte”; “El Shadday–Dios Todopo­deroso”; “El Olam–Dios eterno”, (Gn 9,6). Sin em­bargo, el nombre propio del Dios de Israel es el tetragrama (palabra compuesta por cuatro letras) YHWH, traducido como “kyrios ho theos–el Señor Dios”, “el Eterno” (Ex 6,2s) y revelado durante el diálogo entre Dios y Moisés ante la zarza ardiente: “Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a ustedes». Si­guió Dios diciendo a Moi­sés: «Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de sus padres, el Dios de Abra­ham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de genera­ción en generación»” (Ex 3,13-15).

A los exegetas bíblicos les ha parecido que, en la respuesta de Dios a Moisés, existe una estrecha relación entre el tetragrama YHWH y el verbo Ser–hayah, en futuro ehyeh–seré: “ʼehyeh, ʼasher, ʼehyeh (hebreo), egô eimi ho ôn (griego), yo seré el que seré”, traducido normalmente: “Yo soy el que soy”; aunque aplica, es una noción demasiado abstracta y filosófica de nombrar a Dios, tanto para los israelitas de su tiempo como para nosotros en el día de hoy. También aparece en época más tardía el nombre abreviado: YH o YHW (Ex 15, 2). YHWH viene traducido al español como Yahvé o Yahveh, más cercano a su original hebreo.

En los libros sagrados escritos antes del siglo III a.C. el nombre YHWH apa­rece más de 6800 veces, sin embargo, a partir de ahí, creció en el Pueblo de Israel, la convicción de que el nombre de Dios es dema­siado sagrado y pronun­ciarlo constituye una falta de respeto hacia él, por lo que YHWH viene sustituido por “Adonay, plural de Adon–el Señor”.

Con el pasar de los años, al evitar su pronunciación, el tetragrama empezó a olvidarse y representó un problema para los hebreos, debido a que las palabras no llevaban marcadas las voca­les y las personas debían saber de memoria o por tra­dición cuáles vocales correspondían a las consonantes.

Como ya se estaba perdiendo su uso, los masoretas, judíos que se dedicaban a escribir en el margen su­perior e inferior de los papi­ros acerca de las tradiciones del pueblo y explicaciones de los textos bíblicos, decidieron graficarle las vocales (“puntuación vocálica”) y escribieron los sonidos que recordaban: e–o–a, latini­zando el tetragrama, convirtiéndolo en “Yehovah” y creando una deformación lingüística a los originales bíblicos; a ello se agrega que no fueron fieles a la etimología de las consonantes: Y-iod; H-hei; W-vav; H-hei, sino más bien decidie­ron mezclar los signos vo­cá­licos con Adonay [Yah­veh + Adonay = Jehová].

El Nuevo Testamento no utiliza el nombre, Yahvé. Cuando habla de Dios se refiere a ho theos en rela­ción a “Elohim”.

A pesar de que fue utilizado ampliamente desde la Edad Media judía, gracias a los estudios bíblicos recientes quedó solucionado este “híbrido” o error lingüístico. Así lo explica, en un extenso artículo, la Revista “Traducción de la Biblia” (edición electrónica) de las Sociedades Bíbli­cas Unidas, una organiza­ción internacional no lucrativa, fundada en el 1948, con alrededor de 150 socie­dades miembros en más de 200 países, en su Vol. 12, número 2, II semestre 2002: “Los hebraístas han llegado al acuerdo general de que la pronunciación original [del tetragrama] debe haber sido Yahveh. Su significado se asocia con la idea de Ser o Existencia”.

Continúa di­ciendo: “Los biblistas de la Ilustración y la Reforma no objetaron el uso de «Jehová». No fue sino hasta el siglo 19 de nuestra era cuando los biblistas empezaron a poner resistencia al uso del nombre híbrido, reconociéndolo como una aberración gramatical”.

El autor del Artículo, Edesio Sánchez Cetina, de la citada revista, titulado “¿Jehová, Yahvé, Señor…?: ¿Qué hay en el nombre y cómo traducirlo?”, después de argumentar que en la “versión de Reina–Valera, debe, por respeto a la tradición, mantener el nombre de «Jehová»”, afirma que “las nuevas generaciones protestantes deberán estar preparadas para el uso de versiones que respondan mejor a los avances exegéticos y lingüísticos, así como a la sensibilidad interconfesional que tanto necesitamos para realizar mejor nuestra tarea misionera”.

Septiembre, mes de la Biblia, nos ofrece una hermosa oportunidad para se­guir profundizando elementos doctrinales que unan a católicos y no católicos, teniendo en cuenta los avances teológicos, “exegé­ticos y lingüísticos” que nos interpelan, nos plantean una nueva actitud ante el pasado y la posibilidad de una comunión más plena frente al futuro (Jn 17).

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