Monseñor Jesús Castro, esperanza de los preferidos de Jesús

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Monseñor Jesús Castro Marte tomó posesión canónica de la Diócesis Nuestra Señora de la Altagracia el día 28 de julio en una bella celebración a la que asistieron Mons. Francisco Ozoria, Mons. José Grullón, Mons. Santiago Rodrí­guez, Mons. Napoleón Romero, Mons. Mons. Ramón Benito Ángeles, Mons. Faustino Burgos y Mons. Ama­ble Durán junto a sa­cerdotes, consagra­das y laicos. Mons. Ghaleb Bader presidió la Eucaristía agradeciendo a Mons. Gregorio Nicanor Peña su gran labor pastoral durante 16 años. El P. Jorge Hernández, canciller, leyó el decreto del Papa Francisco: “… visto que gozas de bue­na estima y que estás adornado de dotes espirituales y huma­nos, eres apto para ejercer plenamente este oficio…”.

En sus palabras de agradecimiento, Mons. Jesús, señaló los desa­fíos que debe enfrentar en la Diócesis integrada por 36 parroquias: “… desde hoy quiero asumir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y sufrimientos de este Pueblo de Dios y ser con ustedes higüe­yano, romanense y sei­bano para promover y extender el Reino de Dios en estos pueblos bendecidos por Dios y la querida Virgen de la Altagracia”, superando “la indiferencia religiosa y una fe sin compromiso con la realidad social”.

También recordó a sus predecesores de quienes resaltó sus legados históricos. De Mons. Juan Félix Pepén, primer obispo, desde 1959 hasta el 1975, destacó su vida sencilla y austera, su celo apostólico y su voz profética que aún sigue retumbando y gritando justicia. Así es, Mons. Pepén en su Carta Pastoral “Sobre el problema agrario y sus posibles solucio­nes” reflexionó sobre la situación tan difícil de los campesinos frente a la violación de sus derechos: “… A la Iglesia le preocupa la suerte económica de nuestro campesino, porque quien carece de lo necesario para una vida digna de ordinario no está en condiciones de ser un buen cristia­no”. Fue un pastor preocupado por los trabajadores de la tierra a quienes, habitualmen­te, se les despojaba de sus tierras llevándoles presos. De esta forma, la provincia de El Seybo está ocupada en un 70 % por el Central Romana que mantiene, según palabras de Mons. Pepén “… el monocultivo asfixiante que ha trastornado totalmente la vida social y económica de esta región”. La caña de azúcar llega a la puerta de las casas impidiendo un creci­miento de las familias que desean construir una vivienda pues esta empresa acapara toda la tierra ilegalmente. Todavía hoy se sigue haciendo “mal uso de la tierra, usada extensivamente contra todos los principios de la técnica agrícola y de la comunidad social”. Es emocionante el llamado final de la Carta: “Campesino dominicano no luches solo, así quedarás indefenso. Únete a tu hermano campesino en reunio­nes, sindicatos o ligas y entrégate a una acción que ha de libe­rarte de las trabas que se oponen a tu progreso”.

A destacar, en sus palabras de agradeci­miento, la prioridad en su pastoreo de los pre­feridos de Jesús: “… Nuestra Iglesia quiere ser para todos casa y escuela de acogida y misericordia para to­dos, de manera muy especial para los po­bres y desamparados, los migrantes, tanto los turistas como los trabajadores, los campesi­nos, y todos aquellos que luchan y sufren por una sociedad más justa y solidaria”.

Los “Peregrinos de El Seibo” recuerdan con agradecimiento cómo Mons. Jesús les visitó mientras estaban acogidos en la Casa de las Misioneras Domi­ni­cas del Rosario en Santo Domingo duran­te dos meses, tras las situaciones que prota­gonizaron en reclamo de terrenos, el pasado año. El gesto se produjo, luego de que los Peregrinos, caminaran por cinco días hasta el Palacio Nacional y haber sido desalojados bruscamente en la ma­drugada del séptimo día de acampada en el parquecito de enfrente. Además, también su­frieron las bombas la­crimógenas que les tiraron durante la ca­mi­nata pacífica, or­ga­nizada por diferentes Asocia­ciones, del Par­que Enriquillo al Palacio que dejó varios heridos.

Mons. Jesús Castro les consoló, dándoles mu­cho ánimo y apoyo, confiando que pronto tendrían la tierra para vivir en ella y trabajarla como lo venían ha­ciendo desde hacía mu­cho tiempo. Oró junto a ellos dándoles la esperanza de recuperar esa tierra pro­metida por Dios que mana leche y miel.

Los campesinos agrade­cieron mucho la visita, sus palabras de ánimo y, aunque había personas de otros cultos religiosos, le consi­deraron como su Pastor. La grata visita concluyó con una ora­ción ecu­ménica.

Nuestra Señora de La Altagracia proteja, bendiga y guíe a nues­tro Pastor Mons. Jesús Castro Marte, esperanza de los preferidos de Jesús de Nazaret.

 

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