En estos tiempos, nuestros policías también son héroes. Es triste observar cómo algunos los enfrentan hasta con violencia cuando tratan de cumplir su deber. Hay que colocarse en el lugar de ellos y así seremos más justos al evaluarlos y saber que merecen todo nuestro respeto.
Hace años, en mi condición de abogado, visité un destacamento policial para tratar asuntos propios de mi profesión. Era casi de noche. Me atendió un joven, vestía camisa azul y pantalón kaki. Me pareció un estudiante de liceo nocturno haciendo pasantía en un cuartel.
Hablamos de mi caso con detalles, me trató bien, fue amable, aunque se le notaba cansado. Me pidió que regresara temprano al día siguiente para continuar con las investigaciones. Por su actitud, me pareció que pronto aquel imberbe sería un gran oficial.
Horas después, con el sol despertando, yo estaba en el pequeño despacho, ahora con más papeles sobre el escritorio. Y me recibió de nuevo aquel ser humano, en esta ocasión visiblemente agotado. No podía evitar los bostezos y su ropa escolar estaba bastante estrujada. Tenía cara de hambriento con dignidad.
“Perdóneme licenciado, es que no dormí trabajando en la calle, en unos operativos”, me dijo como justificando sus ojeras y su evidente falta de aseo. Le creí, pues en esta ocasión llevaba un chaleco antibalas y el arma muy visible. Le sugerí paternalmente que fuera a descansar y le brotó una leve sonrisa. “Licenciado, yo no me gobierno, hago lo que me mandan”, me expresó, e inició el análisis del asunto que le había planteado. Más tarde me enteré que unos delincuentes lo habían matado, dejando sin padre a dos hijos. Esa muerte me llegó, pues no es menester conocer a alguien para sentir su desgracia, que si así fuere la palabra solidaridad no existiría.
Nuestros uniformados no cuentan con los beneficios de los trabajadores por tiempo indefinido, ni tienen la libertad de los trabajadores informales. No creo que se les pague horas extras ni días feriados o no laborables, aunque sus condiciones han mejorado bastante. Gracias a Dios ahora cuentan con un adecuado Seguro Médico a través del SENASA.
En estos momentos de pandemia, los que patrullan nuestras calles para evitar la propagación del COVID-19, y a la vez para proteger nuestras vidas y propiedades merecen un gran aplauso y ser tratados con respeto por la ciudadanía. Colaboremos para que puedan cumplir su deber, que seremos los que más ganaremos.
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