Tiempos revueltos

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Para entender un poco nuestro tiempo de Seminario Mayor, conviene tener presentes algunas cosas:

 

  • El 1º de enero de 1959, Fidel Castro hizo su entrada triunfal en La Habana.
  • El 14 de junio del mismo año llega a la República Dominicana, procedente de Cuba, la expedición que pretende derrocar a Trujillo.
  • En mayo, Cuba es proclamada República Democrática Socialista. En abril-mayo de1963 Fidel hace su visita oficial a la URSS, y es el pri­mer extranjero en ser nombrado “héroe de la Unión Soviética”.
  • En 1962 nace en Uruguay el Movimiento de Liberación Nacio­nal (MLN), Los Tupamaros, defini­dos como guerrilla urbana. El continente americano está bajo el influjo de la revolución cubana. En Vene­zuela nace el mismo año el grupo guerri­llero Fuerzas Armadas de Libera­ción Nacional (FALN). Este será también el año de la crisis de los misiles en Cuba.
  • El 11 de octubre de 1962 inicia el Concilio Vaticano II.
  • El 24 de abril de 1965 estalla la llamada revolución constituciona­lista en nuestro país, y el 28 del mis­mo mes se inicia la ocupación por parte de las tropas norteamericanas, que durará hasta junio de 1966.
  • El 8 de diciembre de 1965 es clausurado el Concilio Vaticano II.
  • Octubre de 1967: es fusilado el Ernesto (Che) Guevara en Boli­via; estaba peleando en las monta­ñas de Bolivia desde el año anterior.
  • 1968 (año de mi ingreso al Se­minario Mayor). El 4 de abril fue asesinado en EE. UU. el líder de la no-violencia Martin Luther King. Además, fue el año del Mayo de París, y de la Primavera de Praga, masivas y violentas concentracio­nes de jóvenes inconformes que estre­me­cieron gran parte del mun­do. En Octubre fue la Matanza de la Plaza de las Tres Culturas, en Méxi­co D.F., en donde estaba congregada una multitud de estudiantes; hubo decenas de muertos y cente­nares de heridos.
  • Del 26 de agosto al 6 de septiembre del 1968 se celebró en Me­dellín la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, convocada por el Papa Pablo VI, e inaugurada por el mismo Pontífice; pri­mera vez que un Papa visitaba Amé­rica. Dicha conferencia llevaba por título: La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio. Sus Conclu­sio­nes (o documento final) se inician precisamente con el tema de la Jus­ticia. (En el Seminario Mayor, por iniciativa de algunos de los semina­ristas de cursos más avanzados, fue­ron suspendidas las clases y nos dividimos en grupos, para estudiar por temas este documento).
  • Estamos en los años de la efervescencia hippie, uno de cuyos mo­-mentos culminantes fue el macroconcierto de rock celebrado al aire libre en Woodstock, Nueva York, en agosto de 1969. Es el tiempo de la lucha antirracista en EE.UU. (con el auge del pelo afro y del black is beautiful. En el mismo Seminario llegamos a tener notables ejemplos de esta moda). Es el tiempo de las protestas contra la guerra, especialmente la guerra de Vietnam.
  • Era una época de efervescencia generalizada en que, especialmente la juventud, asumía un protagonismo inédito, contagioso, aunque no siempre constructivo.

Nuestro país, aun siendo parte de una isla, no escapó a esta ­corriente, en cierto modo globa­lizadora. Tras la caída de la tiranía, había verdadera hambre de noticias (y también de ­libertad), lo que hacía que se difun­dieran rápidamente los sucesos, no importaba lo distante que fuera el punto de origen.

La Iglesia, por su parte, hacía esfuerzos por aggiornarse (ponerse al día), sobre todo, bajo las directrices del reciente Concilio. No se olvide que el cambio fue brusco para muchos: abandonar los usos litúrgicos de toda la vida, las clases de latín y en latín… Quedarían fuera objetos casi emblemáticos como la tiara (corona papal de tres niveles) y la silla gestatoria, en la que unos hombres transportaban al Papa so­bre sus hombros, en determinadas ocasio­nes. Incluso eran serios algu­nos cambios en apariencia senci­llos: mandar la sotana al baúl de los recuerdos (no sé cuál fue el destino final de la mía; estrenada por Ricar­do Fernández, el donante). No se olvide que en estos trópicos ardien­tes, ¡hasta se jugaba béisbol con la sotana negra! (Los mayores que yo lo hicieron. Y supongo que hasta un ciego podía narrar el juego guiándose por el fru-fru de las sotanas, o quizá por el olfato…).

El asunto del abandono del traje talar provocó ciertos trastornos; se supo que en algunas casas clericales de Roma, por ejemplo, llegaron a tener que colocar un cartelito al lado de la puerta de salida: “Por favor, antes de salir, no olvide revisar el zipper (cremallera).”

Y todo esto era tarea menor, frente al enorme desafío eclesial: “Convocada por el Padre” e im­preg­nada del Espíritu, la Iglesia debe auscultar con humildad el latir del cora­zón del ser humano en cada épo­ca y en todo lugar, recibiendo de él lo que Dios le depare, y ayudándole con su amor de comunión y con los medios que a ella le fueron proporcionados por Cristo, a lograr la hambreada feli­cidad, la salvación firmemente incoada en un presente inesta­ble, a menudo caprichoso y hasta dramá­tico.

Es conocido de todos el resultado de haber tomado el Concilio a la ­ligera, la tremenda crisis experimentada por la Iglesia, particularmente en su clero y en la vida religiosa.

Y nosotros, en una media isla tan distante del epicentro, también lo expe­rimentamos. Nuestro país hacía esfuerzos por estabilizarse, después de tantos años de dictadura; todavía el aire olía a pólvora y era aún fresca la sangre vertida en la lucha fra­tricida.

 

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