Arquidiócesis de Santiago lleva 37 años celebrando su Encuentro Arquidiocesano de Pastoral

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“Un pueblo discípulo misionero que tiene una experiencia personal con Jesucristo Palabra Encarnada”

 

La Arquidiócesis de Santiago realizó su XXXVII Encuentro Arquidiocesano de Planificación Pastoral con la representación de sus 14 Zonas Pastorales y las Comisiones Pastorales.

Este encuentro, organizado por la Vicaría de Pastoral, estuvo encabezado por Mons. Freddy Bretón, Arzobispo Metropolitano. También participaron los obispos auxiliares Monseñor Valentín Reynoso -Plinio- y Monseñor Tomás Morel, el padre William Arias, Vicario de Pastoral, y los vicarios zonales.

El padre Manuel Maza, sj, presentó magistralmente el tema de iluminación: “Experiencia Personal y Comunitaria con Jesucristo”. Además, los presbíteros padre Roberto Rafael Cruz, Vicario de la Pastoral Familiar, y padre José Rafael Castillo de la Pastoral Vocacional junto al padre William Arias expresaron los desafíos Cultura Urbana, Familia y Juventud.

Los sacerdotes, diáconos, miembros de los consejos parroquiales y agentes pastorales asistieron para planificar la: Visión de Éxito, Objetivos, Resultados, Estrategia y Actividades que se harán en el año 2020.

Al concluir el encuentro los vicarios y consejos zonales recibieron la luz y semillas de mostaza para el rito de envío.

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Palabras del padre Manuel Maza, sj

Entrar en (1) el pueblo. Del pueblo dominicano recibimos estos valores: alegría, acogida y hospitalidad, capacidad de lucha y trabajo (Mensaje CED 2018, No 5).

Y reconocemos humildemente estas sombras comunes a los pueblos latinoamericanos señaladas ya en Puebla (1979) y que nuestros obispos han hecho suyas: “La corrupción pública y privada, el afán de lucro desmedido, la venalidad, la falta de esfuerzo, la carencia de sentido social de justicia vivida y de solidaridad, la fuga de capitales y “de cerebros”, que debilitan e incluso impiden la comunión con Dios y la fraternidad” (Cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, año 1979, n. 69 literal f.)

El virus social de la corrupción, la familia amenazada por la violencia, la pobreza, el consumismo y el individualismo (Mensaje CED, 2018, Nos. 8, 9). Signos de la desesperación de nuestro pueblo: bancas de apuestas, droga, alcohol, migración. Juventud: entretenida.

Ofertas religiosas: inmediatismos, fundamentalismos. Falta de fe en el Señor de la historia para transformarla. Deseo de cambio, pero desorientado, desunido y expuesto a venderse. Fe es atreverse a salir a pie al de­sierto y no esperar a que el Faraón nos ponga las guaguas.

(2) Discípulo escucha la Palabra y la pone en práctica (Ma­teo 7, 24) y sigue a Jesús, haciendo de su persona y su mensaje lo absoluto (Lucas 9, 23 – 24), perdiéndose a los ojos de los valores y actitudes que dominan en nuestra sociedad.

“La escucha de la Amazonía, en el espí­ritu propio del discípulo y a la luz de la Pala­bra de Dios y de la Tradición, nos empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio.” (Documento final, Sínodo del Amazonas = SA, No. 5). Es necesario “salir a las periferias” (SA No. 19).

Nuestros jóvenes se han convertido en una periferia.

(3) Misionero: El Enviado nos envía. Vino nuevo en odres nuevos (Marcos 2, 22). Una Iglesia en salida (EG 20-24). No a los proyectos irrealizables (Evangelii Gaudium 82). No “encerrar la experiencia de la fe en ambientes protegidos y tranquilizadores” (SA No 24).

El Gozo del Evangelio. Nos ha colocado delante de este reto: No. 69. “Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo.

No podemos, sin embargo, desconocer que siempre hay un llamado al crecimiento. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración.

En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.

No. 70. También es cierto que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan.

Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular».

Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás.

Tampoco podemos ignorar que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe.

Algunas causas de esta ruptura son: la falta de espacios de diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado que alienta el mercado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.

  1. …Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír…
  2. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial» [135] Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30 septiembre 2010), 1: AAS 102 (2010), 682.

(EG 280) “Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8, 26)… no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!”

(EG 223) Trabajar sin obsesionarse por resultados inmediatos. Iniciar procesos… acciones que generan dinamismos nuevos. EG 224 Entregarse a lo que es posible ahora.

María: nos invita a buscar el significado de la Palabra, de los anuncios del Señor en el contexto en el que nos ha tocado vivir, “ella se preguntaba por el significado de aquel saludo” (Lucas 1, 29, vea Hb 10, 7-9). Disponibilidad, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según su Palabra” (Lucas 1, 38). “Hagan lo que le diga” (Juan 2, 5). La carta a los Hebreos presenta así al Hijo, “¡aquí estoy!” (10, 7 – 9). Palabras con las que inician las ordenaciones. Dice el Evangelio que ella” partió aprisa” hacia la casa de su prima Isabel (Lucas 1, 39).

Especialista en guardar las experiencias en su corazón para volverlas a meditar (Lucas 2, 19. 51). Contra el asalto de los estímulos pasajeros. (EG 288) “María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos.

Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lucas 1,39).

Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización”.

(4) Experiencia personal. Personal, es decir: libre, original, conocida y querida. No manipular la libertad. No individualista, comunitaria, orante, procesual, discernida.

(5) Jesucristo, Palabra encarnada (contra todos los docetismos). Que nos transforma. “En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, los huesos y los tuétanos, ha­ciendo un discernimiento de los deseos y los pensamientos más íntimos.

No hay criatura a la que su luz no pueda penetrar; todo queda desnudo y al descubierto a los ojos de aquél al que rendiremos cuentas. Cristo es nuestro sumo sacerdote” (Hebreos 4, 12-13). Ver Lucas 2, 35.

Por el bautismo, participamos todos del sacerdocio de Cristo. Cristo realiza su misión salvadora encarnándose “se vació de sí mismo y asumió la condición de esclavo haciéndose uno de tantos” (Filipenses 2, 5 – 11). Asume para salvar. Fue una encarna­ción para el servicio; “no he venido a ser servido, sino a servir” (Ma­teo 20, 28 y paralelos). El Padre nos habla por medio del Hijo (Hebreos 1, 2). Palabra hecha carne (Jn 1, 14).

Ese Hijo puede ayudarnos, pues las situaciones de sufrimiento por las que pasamos nosotros (Hebreos 2, 18). El deseo de llegar a todos (Vaticano II, Sobre el ministerio pastoral de los obispos, 30). Encarnaremos el mensaje si trabajamos por crear las estructuras que lo insertan entre los laicos. Sacerdocio de Cristo es de cercanía solidaria transformadora. La entrega pascual de Jesús nos transforma, nos da el Espíritu, promesa del Padre, para nosotros también asumir nuestra Pascua en medio de su pueblo.

 

Preguntémonos:

  1. ¿En qué procesos estamos envueltos?
  2. ¿Cuáles conviene iniciar?
  3. ¿Qué experiencias personales propiciar?
  4. ¿De cuáles falsos presupuestos necesitamos convertirnos?
  5. ¿Cómo acompañar a los discípulos mi­sioneros?

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