Conclusiones del Sínodo de la Amazonía

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El documento final también insta a Francisco a “crear un Observatorio

socioambiental pasto­ral, fortaleciendo la lucha en defensa de la vida”

 

 

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Recientemente la revista católica española “Vida Nueva”, publicó un resumen de 20 propuestas surgidas del documento conclusivo del Síno­do de la Amazonía, convocado por el Papa Francisco del 6 al 27 de octu­bre de este año, con la finalidad de sensibilizar a la Iglesia y al mundo sobre la realidad de esta región tan importante para el Planeta, ya que este es un pulmón del mundo, y de­nunciar los abusos que contra el me­dio ambiente y las culturas nativas e indígenas allí se cometen, junto a la necesidad de una evangelización más efectiva e inculturada en esta zona del mundo. Lamentablemente, muchos medios de comunicación, incluso los nuestros, no se hicieron eco del desarrollo diario de este Sí­nodo, donde muchas cosas importantes que inquietan y se debaten hoy en la Iglesia, allí estuvieron presentes y son parte del documento conclusivo que resume Vida Nueva y que compartimos en tres entrega.

 

  1. Puerta abierta a la ordena­ción de hombres casados: El documento final del Sínodo reclama, “en el marco de ‘Lumen gentium’ 26”, la posibilidad de “ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pu­diendo tener familia legítimamente constituida y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana me­diante la predicación de la Pala­bra y la celebración de los Sacra­mentos en las zonas más remotas de la región amazónica” (111).

Este argumento ha recibido 128 votos a favor y 41 en contra. Es el punto que más resistencia ha suscitado del total de 120 ítems que se han votado.

 

  1. A favor del diaconado feme­nino y del ministerio de “la mujer dirigente de la comunidad”.

Aunque el documento final no pide explícitamente la aprobación del diaconado permanente femenino, sí lo hace de forma implícita al ha­cerse eco del alto número de consultas en el que se ha solicitado y deja en manos del Papa y de la comisión creada a tal efecto por Francisco “sus resultados” (103). Junto a esto, los padres sinodales sí reclaman que las mujeres “puedan recibir los ministerios del lectorado y acolitado, entre otros a ser desarrollados”, ade­más de que “sea creado el ministerio insti­tuido de ‘la mujer dirigente de la comunidad’ ”.

Esta propuesta ha recibido el re­frendo de 137 obispos, frente a 30 que se han manifestado en contra.

“Reconocemos la ministerialidad que Jesús reservó para las mujeres” (102), recuerdan los obispos, que considera “necesario fomentar la formación de mujeres en estudios de teología bíblica, teología sistemática, derecho canónico, valorando su presencia en organizaciones y lide­razgo, dentro y fuera del entorno eclesial”. Los padres sinodales quie­ren incluir “el pecado ecológico” en­tre la lista de faltas para los cristia­nos. “Proponemos definir el pecado ecológico como una acción u omi­sión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente” (82), han aprobado los obispos del Síno­do. “Es un pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del am­biente, transgresiones contra los principios de interdependencia y la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas y contra la virtud de la justicia”, explicitan.

  1. Instaurar un Organismo Eclesial Regional para la Amazo­nía: Los padres sinodales piden al Papa crear “un organismo episcopal que promueva la sinodalidad entre las iglesias de la región” (115) que permita trabajar en red en tanto que sea “permanente y representativo que promueva la sinodalidad”. Junto a ello, conscientes del poder y alcan­ce de los medios de comunicación, los padres sinodales respaldan la creación de “una red de comunica­ción eclesial panamazónica” (61), apunta el texto. El documento final también insta a Francisco a “crear un Observatorio socioambiental pasto­ral, fortaleciendo la lucha en defensa de la vida” (85), que trabaje en alianza con organismos latinoamericanos de la Iglesia como CELAM, CLAR, Cáritas, REPAM, los Episcopados, las universidades católicas, socie­dad, civil y pueblos indígenas.

“Proponemos crear ministerios especiales para el cuidado de la ‘Ca­sa común’ y la promoción de la eco­logía integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan como funciones, entre otras cosas, el cuidado del territorio y de las aguas, así como la promoción de la encíclica ‘Laudato si’” (82), ex­pone también el texto sinodal.

  1. Crear un rito amazónico propio: Junto a los 23 ritos existentes y reconocidos por la Iglesia universal, el Sínodo propone “constituir una comisión competente para estudiar y dialogar, según usos y costumbres de los pueblos ancestrales, la elaboración de un rito amazónico que ­ex­prese el patrimonio litúrgico, teoló­gico, disciplinario y espiritual ama­zónico” (119).
  2. Una Iglesia que denuncie “los atentados” contra los indígenas y su tierra: El documento final sentencia que “la Iglesia se compromete a ser aliada de los pueblos amazónicos para denunciar los atentados contra la vida de las comunidades indígenas, los proyectos que afectan al me­dio ambiente, la falta de demarca­ción de sus territorios, así como el modelo económico de desarrollo de­predador y ecocida” (46). Es más, se recuerda que “la defensa de la tierra no tiene otra finalidad que la defensa de la vida”. A renglón seguido, el texto llama a “defender los derechos a la libre determinación, la demarcación de territorios y la consulta previa, libre e informada”, teniendo en cuenta que “para la Iglesia, la de­fensa de la vida, la comunidad, la tierra y los derechos de los pueblos indígenas es un principio evangélico, en defensa de la dignidad hu­mana” (47).

En este sentido, se dedica un pun­to especial a los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, que no superan el centenar en la Amazonía, con quienes también se compromete la Iglesia en la defensa de sus derechos, en especial, la inviolabilidad de sus territorios, a través de “accio­nes de incidencia” (50) hacia los Estados.

 

 

  1. “Rechazamos una evangelización de estilo colonialista”: “Rechazamos una evangelización de estilo colonialista” (55), sentencia el Documento final del Sínodo Panamazónico, al igual que todo “proselitismo” (56). Frente a ello se plantean “procesos claros de inculturación de nuestros métodos y esquemas misioneros”. Se propone a los centros de investigación y pastoral que estudien “las tradiciones de los grupos étnicos amazónicos” para defender su identidad y cultura a través de “acciones educativas” (57) que favorezcan la inculturación. Para ello, urge conocer “sus lenguas, sus creencias y aspiraciones, sus necesidades y esperanzas”. Estos planes educativos han de tener “la ecología integral como eje transversal”. “La Iglesia tiene la oportunidad histórica de diferenciarse de las nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos para poder ejercer con transparencia su actividad profética” (15), se expresa.

 

  1. La ecología integral como único camino posible: En el Documento final se asevera que “la ecología integral no es un camino más que la Iglesia puede elegir de cara al futuro en este territorio, es el único camino posible, pues no hay otra senda viable para salvar la región” (67). “Es urgente enfrentarnos a la explotación ilimitada de la ‘Casa común’ y de sus habitantes”, reclaman los obispos sinodales, para lo que llaman a la comunidad internacional a proporcionar más recursos económicos, “un modelo de desarrollo justo y solidario” y herramientas para frenar el cambio climático. “Resulta escandaloso que se criminalice a los líderes e incluso a las comunidades, por el solo hecho de reclamar sus mismos derechos”, denuncia, a la par que subraya que promover los derechos humanos “no es un deber político o una tarea social, sino también y, sobre todo, una exigencia de fe” (70). Conscientes del limitado campo de acción de la Iglesia, los padres sinodales reflexionan: “Tal vez no podemos modificar inmediatamente el modelo de un desarrollo destructivo y extractivista imperante, pero, sí tenemos la necesidad de saber y dejar en claro: ¿dónde nos ubicamos? ¿al lado de quién estamos?” (70).

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