La riqueza existe para ser compartida

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328 Los bienes, aun cuando son po­seídos legítimamente, conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es in­moral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes. La salvación cristiana es una liberación integral del hombre, liberación de la ne­cesidad, pero también de la posesión misma: «Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extra­viaron en la fe» (1 Tm 6,10). Los Padres de la Iglesia insisten en la necesidad de la conversión y de la transformación de las conciencias de los creyentes, más que en la exigencia de cambiar las estructuras sociales y políticas de su tiempo, instando a quien desarrolla una actividad eco­nómica y posee bienes a considerarse administrador de cuanto Dios le ha confiado.

329 Las riquezas rea­lizan su función de servicio al hombre cuando son destinadas a producir beneficios para los de­más y para la sociedad: 685 «¿Cómo podríamos hacer el bien al prójimo –se pregunta Clemente de Alejandría– si nadie poseyese nada? ».686 En la visión de San Juan Crisós­tomo, las riquezas pertenecen a algunos para que estos pue­dan ganar méritos compartiéndolas con los demás.687 Las riquezas son un bien que viene de Dios: quien lo posee lo debe usar y hacer circular, de manera que también los necesitados puedan gozar de él; el mal se encuentra en el apego desordenado a las ri­quezas, en el deseo de acapa­rarlas. San Basilio el Grande invita a los ricos a abrir las puertas de sus almacenes y exclama: «Un gran río se vierte, en mil canales, sobre el terreno fértil: así, por mil caminos, tú haces llegar la ri­queza a las casas de los po­bres».688 La riqueza, explica San Basilio, es como el agua que brota cada vez más pura de la fuente si se bebe de ella con frecuencia, mientras que se pudre si la fuente perma­nece inutilizada.689 El rico, dirá más tarde San Gregorio Magno, no es sino un admi­nistrador de lo que posee; dar lo necesario a quien carece de ello es una obra que hay que cumplir con humildad, por­que los bienes no pertenecen a quien los distribuye. Quien tiene las riquezas sólo para sí no es inocente; darlas a quien tiene necesidad significa pa­gar una deuda.690

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