Programa de atención ocular Misión ILAC Una semilla que cayó en terreno fértil

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“Sumamente agradecida, que Dios los ben­diga grandemente, mi niña fue operada y está muy bien gracias a Dios.”

Así se puede leer en las redes sociales el mensaje de Noely Cruz, madre de una niña que fue interve­nida en el Centro Quirúr­gico Misión ILAC a inicios de este mes de una desviación ocular (estrabismo).

Durante veinticuatro años el Volunteer Health Program (VHP) de New York, que dirigen Darlen­ne y Robert Della Rocca y la Misión ILAC vienen ayudando a las familias de nuestros campos a tener calidad visual y por tanto, una mejor calidad de vida.

Al igual que Noely mu­chas madres manifiestan el temor de que en el futu­ro sus niños sean objeto de burlas por ser bizcos, ese temor se disipa al ver los resultados fruto del amor y la dedicación de cientos de voluntarios que cada año vienen al LAC a atender personas de todas las edades.

Cuenta el Dr. Della Rocca que, a invitación del Padre Ernesto Fernán­dez Travieso, SJ, viajaron a ILAC en 1994 para rea­lizar algunas cirugías y que luego de eso hicieron un viaje, a lomo de mulo, por diversos campos. Ese contacto con las comuni­dades acompañadas de sus Cooperadores de Salud les dió la perspectiva del trabajo enorme que debía ser hecho para ayudar a esa población mayormente pobre.

En los inicios vinieron unos treinta voluntarios, hoy son más de cien, de diversas edades, naciona­lidades y credos que se acercan a la gente para ayudarles a “ver mejor”.

“Todos toman su tiempo de vacaciones y compran sus pasajes para venir a ILAC. Eso en sí mismo es un hecho grande”, ma­nifiesta el Dr. Della Rocca.

“Por aquel entonces empezamos evaluando los pacientes en pequeñas ha­bitaciones y haciendo cirugías en un pequeño hospital en Licey. Aunque era un poco limitado, es­toy asombrado de que pu­dimos hacer tanto, en ese tiempo.

En realidad, nuestro grupo de oftalmología fue uno de los primeros que ayudó a establecer la mi­sión para el cuidado de salud a nivel clínico aquí en ILAC.

Una regla que quisimos establecer desde un principio tenía que ver con la calidad: realizar cirugías acá en República Domini­cana, tal como las hacemos en el New York Eye and Ear Infirmary (New York hospital de ojos y oídos) donde soy el jefe. Hacer las cirugías con ca­lidad es lo importante, y si no podíamos hacerlas con calidad, no lo haríamos. Eso fue establecido y los resultados hablan por sí solos, lo hemos logrado”.

El Dr. Della Rocca atribuye ese éxito, además de las capacidad de los profesionales que nos visi­tan, a la excelencia en la habilitación de la clínica y de las salas quirúrgicas.

Un centro que periódi­camente recibe cardiólogos, ortopedas, urólogos, ginecólogos, cirujanos y otros especialistas.

Y concluye el Dr. Della Rocca “ILAC, a medida que miramos a través de los años, ha hecho un gran trabajo adecuando las fa­cilidades y ayudando a que todos los programas tengan éxito, al mismo tiempo que la relación de la institución con la gente de los campos y con estos guardianes que cada co­munidad tiene (los Coo­pe­radores de Salud Rural), es una relación motivante y hermosa, que beneficia a los voluntarios, principalmente a los jóvenes que encuentran aquí inspira­ción, pero aún más, ayudan a los pobres que no re­ciben estos servicios a nivel público y que carecen de condiciones para conseguirlos por su propia cuenta”.

El programa de cirugía y atención ocular auspi­ciado por la familia Della Rocca forma parte integral de la historia de ILAC, tanto en su origen como en la calidad de los linea­mientos de trabajo que ayudaron a formar.

Con el paso de los años otros grupos para el cuidado de los ojos han llegado. Optómetras, oftalmólogos, especialistas de glaucoma, etc., rotan todo el año brindando atención a personas de todas las eda­des.

Durante el operativo médico que recientemente se llevó a cabo entre los días 8 y 15 de Marzo se atendieron 1214 pacientes y se realizaron 400 ciru­gías (cataratas, estrabismo, pterigium y cirugías plásticas)

El entusiasmo que el Dr. Robert Della Rocca y su esposa Darlenne encontraron en el padre Ernesto, veinticinco años atrás, sigue multiplicándose día tras día.

¡Una semilla sembrada en terreno fértil!

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