Creo que ya todos estamos cansados de ver diariamente tantas noticias sobre la pederastia (me imagino que hasta el Papa, y de ahí talvez una de las razones para la cumbre con los Presidentes de Conferencias Episcopales sobre esta problemática).
Da la impresión o se quiere proyectar que la Iglesia es un pozo sin fondo lleno de este asqueroso asunto, pero mientras más se sacan casos y situaciones, se ve que la cuestión no es únicamente de la Iglesia Católica, que hay otras iglesias, otras instituciones sociales, como las que trabajan con niños, adolescentes y jóvenes, como las educativas, y hasta la institución familiar, donde también la repugnancia y barbarie de la pederastia se ha hecho presente.
Todas estas instancias han sido invadidas y aprovechadas por personas enfermas que han visto en ellas un nicho para cometer sus atrocidades y realizar sus deseos ocultos de poseer sexualmente a un menor. Las mismas instancias, por su naturaleza, le proveen de un caudal de autoridad y de silencio para que esta situación se tolere y el cínico abusador siga como si nada, abusando, violando y destruyendo vidas de seres que apenas empiezan a andarla.
Creemos que la tolerancia cero es la mejor forma de acabar con la situación y de advertir a los abusadores, y porque no, para que ellos busquen ayuda al ver los caminos de sus sucias aspiraciones impedidos. En esto el Papa Francisco ha dado cátedra, y no se ha detenido en llevarla hasta las más altas e impensadas esferas de la Iglesia, pues ya basta de tanto silencio-cómplice y de tanto sufrimiento de mucha gente, que espera aunque sea un poco de justicia para tranquilizar su vida y vuelva a surgir en ellos la fe y la esperanza.
Pero como decía al principio, el asunto no es solo un problema de la Iglesia Católica, se ataca más a esta, por el talante moral que debe vivir y presentar al mundo, y por el lamentable silencio y la forma atemporal en que se ha enfocado y buscado solución al problema, pues anteriormente, como una vez dijo el Papa Francisco, la solución se buscaba en el silencio, en ayudar al victimario y se olvidaba a la víctima, hoy y desde hace mucho, la solución es castigar al victimario y ayudar a la víctima a superar el trauma que esta situación entraña.
La pederastia se ha convertido en un problema social, en una afección más de la sociedad enferma en la cual vamos viviendo. No es solo un problema de la Iglesia Católica. William Golding en su libro: “El señor de las moscas”, expone cómo el mal se ha extendido tanto en nuestra sociedad, que ha llegado hasta los niños. Hemos hecho víctimas del mal a quienes no deberían serlo, y es hora de ser conscientes del problema. La búsqueda de solución no estaría solo en el freno que se ponga en la Iglesia Católica, sino en la sociedad en la cual vivimos.
Hay que buscar las formas y las maneras para que estas situaciones no se repitan, para que nuestras vidas no se asqueen al ver tales noticias, y para que la vida de las víctimas no se frustre globalmente y estas tragedias de abusos no sean el pan de cada día para la sociedad en la que estamos.
Las instituciones sociales en las que pueden darse estos casos tienen que redoblar sus esfuerzos para poner un muro de contención ante aquellos depredadores de inocencias que quieren entrar en sus recintos y desde ahí vivir en base a su asqueante enfermedad y depravación.
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