Ha partido a la Casa del Padre la Hermana María Asunción Sánchez Ropero (Monja de clausura)

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La hermana María Asun­ción nació en Atanzón, Es­paña en el año 1921; sus padres fueron el señor Vi­cente Sánchez y la señora Bernabea Ropero, de este matrimonio nacieron seis hijos. La hermana María  Asunción fue bautizada con el nombre de Gabriela Sán­chez Ropero, a temprana edad descubre su vocación carmelita y entra en el Car­melo de Madrid en el año 1944 teniendo apenas 23 años de edad, sus familiares se opusieron a su decisión, al punto que su padre fue al monasterio con familiares armados dispuestos hacer todo cuanto pudieran para sacar a su hija del monasterio, pero ella con  voluntad firme y espíritu decidido les dijo: “prefiero morir antes que salir del monasterio”. Al escuchar su padre tal de­ci­sión se retiró desalentado.

Gabriela Sánchez se en­tregó por completo al Señor. Inició su formación como postulante y a los seis meses tomó el hábito de novicia y cambiando el nombre de Ga­briela a Hna. María Asun­ción. Hizo su profesión temporal el 16 de mayo del año 1946 y su profesión So­lemne el 16 de mayo de 1949.

En diciembre de 1954 junto a 6 hermanas sale en barco hacia República Do­minicana para fundar el primer monasterio Carme­lita en nuestra tierra, a los 33 años de edad.

La hermana María Asun­ción era prácticamente do­minicana porque gran parte de su vida la pasó en el mo­nasterio de clausura de Licey al Medio;  le encantaba nuestro país, disfrutaba de su buena gente, se sentía dominicana, de manera que se emocionaba al escuchar el Himno Nacional.

Nuestra querida hermana María Asunción era carme­lita de corazón, con un gran amor a la Iglesia, a la Euca­ristía, a Jesús de la Miseri­cordia, a la Virgen del Car­men, al Escapulario, a los sacerdotes, a los seminaristas, a la comunidad, al trabajo; todo lo hacía con un espí­ritu de servicio y de en­trega incondicional. Tenía un profundo amor por la natura­leza, ella admiraba todo, pero de manera especial a los pajaritos que con tanto amor cuidaba y se pasmaba al verlos moverse con agilidad y libertad. Cuando los veía decía: “yo espero que al morir el Señor me enseñe todas las mara­villas de su creación”.

Desempeñó diversas ta­reas en la comunidad: fue ecónoma, concejera, sacris­tana, tornera; tenía mucha habilidad para la costura y el bordado haciendo toda clase de labores.

A sus noventa y siete años caminaba, trabajaba en lo que podía con plena luci­dez. En septiembre del año pasado tuvo una caída y se fracturó la cadera, quedando postrada, se fue deterio­rando su salud hasta que el viernes 25 de enero agravó, el domingo 27 de enero a la 1:00 de la madrugada parte a la Casa del Padre, junto al Resucitado.

¡Oh Sor Asunción! ya estás donde con tanta añoranza esperaste con tu há­bito de sepultura preparado.

Te pedimos, buen Dios, que la tengas gozando de las bienaventuranzas que prometiste a los que por tu amor dejan todo y te siguen.

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