El feto que dio un salto

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Cuarto Domingo de Adviento

Según el evangelio de San Lucas 1, 39-45

 

“¿Cómo? Querrá decir que la madre dio un salto, y, junto con ella, saltó también el hijo que llevaba en el vientre”.

“No. La madre no. El hijo. Fue sólo el hijo el quien dio el salto. ¡Ah!, y algo más: fue UN SALTO DE ALEGRÍA. “¡No entiendo…!

“Yo tampoco lo entiendo pero lo creo. Y si tiene usted fe, también lo creerá, puesto que aparece descrito claramente en el Evangelio…”

Amigo de Dos Minutos: dejemos ya esta supuesta discusión, y pasemos a conversar usted y yo.

En efecto, el Evangelio de hoy (Lucas 1, 39-45) termina con esa frase: En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura SALTO DE ALEGRÍA en mi vientre. Y ¡di­chosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cum­plirá”.

Estas palabras, como usted sa­brá, se las dirigió una vieja llamada Isabel a una primita suya llamada María.

La vieja Isabel estaba encinta, y su primita (una jovencita de 15 o 16 años) había ido a anunciarle la Buena Noticia de que también estaba encinta.

El hijo de la vieja sería San Juan Bautista.

El hijo de la jovencita sería el SEÑOR.

Fue la primera visita que hizo el Señor. María lo llevó.

Y la primera reacción que causó la presencia del Señor, la produjo en un feto de seis meses. Y fue una reacción de alegría. Repito la frase: “La criatura saltó de alegría en mi vientre”.

El Señor produciendo gozo. El Señor haciendo saltar de alegría. Pero, ¿este es Dios…? ¿Es que Dios es así…? ¿Acaso no era un ser todopoderoso a quien había que temer…? ¿Acaso no hay que poner cara de solemne tristeza para estar correctamente dentro de una iglesia…?

Parece que estábamos equivocados. El temor y la tristeza nos lo habíamos inventado nosotros. Y, con eso, estábamos desacreditando injustamente al Dios verdadero, al Dios Amor revelado por su Hijo.

 

LA PREGUNTA DE HOY

 

¿Son cosas de Dios el temor y la tristeza?

 

Precisamente el hijo de María, el hijo de Dios, el Señor en quien usted y yo creemos, reprocha a sus amigos, especial y frecuentemente, estas dos cosas: el temor y la tristeza. He aquí algunas de sus frases:

  • “No temas, cree solamente”.
  • “¿Por qué tienen miedo hombres de poca fe?”‘
  • “¡Soy yo! ¡No teman!”
  • “María, ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?”
  • “¿Por qué están tristes? ¡Qué torpes son para creer en mí!”

En efecto, amigo, el Señor Jesús, nuestro Señor, es el Príncipe de la Paz.

Pido hoy para usted y para mí la sabiduría de descubrirlo también como EL SEÑOR DE LA ALEGRÍA.

Y la disposición de ofrecerle el sacrificio de renunciar a nuestra tristeza.

¡Sí! ¡Darle el gozo de vernos alegres por su llegada!

Tal como aquel feto de seis meses, también nosotros somos criaturas suyas. También a nosotros quiere El vernos saltar de alegría en su presencia.

¡Adelante, ami­go! ¡Ánimo!…  ¡No tema, sólo crea!

“La más grande honra que tú puedes darle al Dios todo­poderoso, más grande que todos tus sacrificios y mortificaciones, es Vivir alegremente, debido al conocimiento que tienes de Su amor por ti”, Juliana de Norwich,  Mística inglesa del siglo XV.

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