Cristo, el testigo fiel de la verdad

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Casi todos aspiramos a afirmar lo que somos. Para afirmarnos buscamos el poder, el dominio sobre los demás. Igual pasa con los colectivos hu­manos, llámense partidos, iglesias, empresas, mul­ti­na­cionales, naciones: todos aspiramos al poder.

Detrás de esa aspiración se esconde este presu­puesto falso: –para que las cosas se arreglen, basta que me den el poder a mí y mis partidarios.–

La solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo nos puede ayudar a salir de nuestra desencaminada obsesión por el poder. Contemplando a Jesús comparecer delante de Pilato todo se aclara. Pilato aparece en control de toda la  situación, tiene hasta poder para quitarle la vida a Jesús, un judío preso, solo, traicionado y calumniado.

Jesús le habla a Pilato del reino, y el Prefecto romano se cree que Jesús tiene pretensiones de Rey. Jesús le aclara que su liderazgo no compite con los ­lide­razgos de este mun­do, fabricados con armas, mentira, dinero corrupto y extorsión.

Este Jesús preso y débil, no se afloja ante Pilato, el juez juzgado.

El libro del Apocalipsis (1, 5 – 8)  llama a Jesús, “el testigo fiel”. ¿En qué consistió la función de Jesús en tanto que testigo? Jesús mismo nos lo aclara en el pasaje del Evangelio de hoy, Juan 18, 33–37: “yo he venido al mun­do, para ser testigo de la verdad.”.

Hay fuerzas que controlan todos los poderes de nuestra sociedad, y ahora quisieran hasta controlar lo que pensamos y expresamos en los medios de comunicación. Pero lo que necesitamos para salir adelante como personas y como sociedad es buscar la verdad. La maldad busca la oscuridad, la verdad, la luz.

Somos un país dividido, pero podemos unirnos en torno a la verdad, y allí nos encontraremos con Cristo Rey. “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.

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