La soportable levedad del sacerdocio

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Prólogo al libro Obra Selecta, de Mons. Freddy Bretón

La obra que monseñor Freddy Bretón, Arzobispo de Santiago de los Caballeros, entrega al público lector no solo es útil e importante por su contenido rico en refle­xiones, por la pureza de sus versos o por la erudición que destilan sus páginas, sino también porque nos ofrecen la rara oportunidad de comprender las razones por las que una persona hace un compromiso de vida con un ideal trascendente.

En las 813 páginas de este volumen se condensan estudios históricos, análisis de textos sagrados, disquisicio­nes gramaticales, recuerdos familiares, las peripecias de la vida en el seminario y luego en el trabajo pastoral, todos en sencilla pero elegante y elaborada prosa, y poemas de diversas épocas. Encontraremos desde libros ya publicados, reseñas de los mismos a cargo de distinguidos hombres de Iglesia y académicos, y discursos, hasta notas de factura recien­te. A través de ellas podemos observar la vena de investigador histórico, del académico, del profesor y del vate siempre sorprendido por la belleza simple de la natura­leza y por la profundidad del misterio de la vida, pero también y principalmente, po­dremos tener una mejor pers­pectiva del pastor sereno, gregario, dispuesto siempre a la levedad del sacrificio ­sacerdotal cuando es llevado con la inmaculada sencillez del compromiso, libremente otorgado, del servicio a los demás.

Por 448 años, el territorio de la República Dominicana estuvo regido por una sola arquidiócesis, la de Santo Domingo, primada de Amé­rica y de Indias, hasta el año 1994 cuando fue creada la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, hoy bajo la responsabilidad del autor de la obra que se entrega al pú­blico lector.

De paso se debe agregar como detalle singular, que desde el 1961 todos los arzobispos de nuestras arquidió­cesis han sido sacerdotes diocesanos dominicanos. Es como si la liberación de ­nuestro pueblo de la dictadura, haya servido también para reconocer el valor, la entrega y la calidad del clero nacional para pastorear nues­tro rebaño, lo que no es poca cosa.

Mons. Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez es un hijo de la fecunda región del Cibao y de la provincia Espaillat. Una familia de profunda devoción cristiana hizo germinar en él la semi­lla de la entrega sacerdotal. A los 30 años de edad fue ordenado sacerdote y a los 51 años fue elevado al servicio episcopal en la diócesis de Baní. En el 2015, para sorpresa de muchos, pero no de los que conocían su servicio a la Iglesia y su hoja de vida, fue designado Arzobis­po Metropolitano de Santia­go. Esa designación conlleva también las responsabilida­des de ser el Gran Canciller y presidente de la Junta de Directores de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en cuya colección de publicaciones aparece esta obra.

Lo primero que descubri­rá el lector de estas páginas es al hombre inquieto, sobresaltado por el misterio de la vida, por las penurias de los demás, por la razón de ser de todo lo que le rodea. Una in­quietud que se expresó en la protesta pública (¡Quién siendo joven no ha levantado el estandarte de la indigna­ción ante los males sociales o las trampas políticas!), en el vuelo místico de la poesía y en la conseja del cuento breve, pero particularmente en el compromiso con la salvación de los demás a través del magisterio de la Iglesia. Monseñor Bretón no es el luchador que se enfrenta solitario a las fuerzas del averno, sino el líder que convoca a las fuerzas de la razón y del apostolado para mante­ner el invicto en la nunca acabada guerra del bien contra el mal.

Las batallas de esa guerra solo se pueden ganar cuando los soldados son fuertes en la fe, profundos en el conoci­miento de la Verdad y dispuestos al sacrificio de entregar sus vidas por los demás, y entregarlas con alegría, con convicción y entusiasmo, disfrutando de las limitacio­nes que impone nadar contra corriente en un mundo que pretende olvidar los valores que dan sentido de dirección a la vida y que invita al solaz y al abandono a los placeres, porque el premio es superior a todo sufrimiento, a toda carencia material y a la burla injustificada de los condenados a la derrota.

Y esas características, ale­gría, convicción y entu­siasmo, han sido los ejes del ejercicio sacerdotal de monseñor Bretón que podemos observar al repasar estas pá­ginas. Tres características esenciales para la vida dedicada, para perseverar en el pacto voluntario de servir al Señor desde la pobreza, el celibato y la obediencia. Por eso, en diversos pasajes de la obra encontramos su defensa del compromiso sacerdotal, de la alegría de servir y del entusiasmo por la obra in­conclusa pero impostergable de la salvación.

Monseñor Bretón es cons­ciente del mundo en que vive. Sin embargo, en ese mundo “hubo y hay familias sanas y gente sana, por in­creíble que esto parezca; a pesar de instintos, que no fa­llan; a pesar de la vulgaridad ambiental, e incluso del difundido morbo en materia sexual, hay personas que, de hecho, se mantienen limpias con la ayuda de Dios. Sé que esto será siempre difícil de asimilar, por lo que creo que el celibato mismo es un signo poco evidente para el común de los mortales y, sin embargo, constituye –como lo enseña la Iglesia, instruida por Cristo– un gran signo profético… (Pág. 359)

Por eso, “hay que amar a la Iglesia en las buenas y en las malas; que no son opcio­nes huir de la vocación o huir de la Iglesia. Ya esto lo aprendí desde los años de filosofía… Me pregunté si al ver deficiencias en los integrantes de mi familia debía yo huir de ella para reme­diarlas, y no me pareció lógico. Así fui afianzando el criterio de que jamás sería una opción huir de la Iglesia. En este punto aspiro a tener la fe del carbonero; o la del analfabeto…, pero su sensus fidei (su sentido de fe) le hace aferrarse a la Iglesia, sin pensar siquiera en la posibilidad de cambiarla. Co­mo nuestros viejos. Por eso no logro entender cómo alguien que la haya conocido y amado pueda abando­narla.” (Pág. 398)

La Iglesia tiene su origen y su fin en la Palabra. Por eso no es de extrañar que un sacerdote plasme en textos escritos sus sentimientos y su pensar. Pero a diferencia de otras latitudes, no tene­mos en la República Domi­nicana grandes ejemplos de curas escritores. Hemos teni­do excelentes oradores sa­grados, dedicados pastores y hasta sacerdotes que ejer­cieron la más alta magistra­tura del Estado, pero son de factura reciente el mayor nú­mero de los que se han dedicado al cultivo de la poesía como expresión viva de las inquietudes que se anidan en el corazón y la razón.

Monseñor Freddy Bretón es uno de ellos y en este vo­lumen aparecen sus libros de poemas, Libro de las Hue­llas, Bandera de algún viento y Voces del polvo, además de la obra antológica Entre la voz y el fuego.

De acuerdo al Dr. Bruno Rosario Candelier, monseñor Bretón “que escribe poesía mística desde la década de los ‘70 del siglo XX, le acre­dita a su autor el título de in­troductor de la lírica mística en las letras dominicanas. Su obra poética refleja la expresión de amor y creatividad que su talento concibe como un bien divino para el bien humano y en tal virtud es el primer escritor dominicano que asume la poesía como medio de expresión de su honda cosmovisión espiri­tual”.

“Freddy Bretón es un auténtico poeta, continúa afirmando el destacado crítico dominicano, y como tal acude a la palabra con sentido estético; y es también un místico genuino y como tal acude a la poesía con sentido trascendente”.

De su parte, otro destacado crítico nuestro califica la poesía de monseñor Bretón de poesía “espiritual y devocional”. Así, José Rafael Lantigua afirma que “la poe­sía de monseñor Bretón en una poesía esencialmente espiritual y devocional, interiorista en cuanto se moldea en los laberintos internos del ser; filosófica en tanto permea una realidad ontológica con ribetes de trascendencia y humana, porque su decir poético se afirma en la realidad de la existencia, en los meandros oscuros y lumino­sos a la vez, de la vida y la historia de la humanidad”… “La poesía de monseñor Bre­tón es la… que define con mayor firmeza la orientación y exaltación de la espiritualidad, desde la carga humana implícita en la existencia mortal”.

Una poesía como la que escribe monseñor Bretón solo puede surgir de un alma buena, agradecida y gene­rosa. Por eso, en las páginas de este libro, ya sea en los versos o en las historias y anécdotas de su vida, encontraremos infinidad de nombres, de gente del pueblo, de buenos cristianos, ante los cuales uno tiene que maravi­llarse de la memoria del autor y de su enorme sentido de la gratitud y de la amistad.

Los romanos definían al orador como un vir bonus dicendi peritus, “un hombre bueno que sabe hablar bien”. Obsérvese que la característica de “hombre bueno” va primero, es decir, es el elemento esencial de la definición. El que solo es dicendi peritus puede ser un demagogo o un embaucador. Para ser un buen orador primero hay que estar impregnado de criterios de bondad, porque la finalidad última del discurso es promover el bien.

Como podrán comprobar todos los que abreven en la fuente de esta obra, estamos frente a un vir bonus, que se expresa muy bien, en forma sencilla y profunda, con am­plitud de lenguaje, señal de un cerebro cultivado, que hace agudas observaciones sobre la realidad que le ha tocado vivir. Un hombre de su tiempo que no teme al avance tecnológico y que lo utiliza como herramienta útil para la evangelización y el contacto con su feligresía. En fin, un sacerdote que no ha perdido su condición de hombre y que como ser hu­mano ha sabido trascender su condición terrenal para intentar cumplir con los mandatos de Dios para todos los hombres.

Esta Obra Selecta, nos permite conocer al hombre y al sacerdote, al guía y al siervo. Al espíritu alegre con la ingenuidad, sabiduría e inte­ligencia de nuestro campe­sino y al intelectual sereno que puede moverse con faci­lidad entre los arcanos del Misterio y las complejidades de la ciencia. Con su lectura, muchos comprenderán cuán leve es la vida sacerdotal cuando se asume con alegría, compromiso, fidelidad, ­gene­­rosidad y sentido de servicio.

Debo confesar que su lectura me conmovió, que sus versos despertaron en mí nuevas sensaciones de amor hacia esta Patria y su gente y que el compromiso personal que encontramos en sus pá­ginas me ha dado nuevos “motivos para creer y razo­nes para esperar”, como ex­presa la Gaudium et Spes.

Con ese gozo y esa espe­ranza, disfruten de la Obra Selecta  de monseñor Freddy Bretón.

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La obra fue puesta en circulación el 20 de septiembre, en la PUCMM, Santiago

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