Una pregunta difícil

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Según el Evangelio de San Marcos 8, 27-36

El barbero tenía una expresión entre sorprendido y alarmado cuando me dijo: “Oiga, Licenciado, esa sí es una pregunta difícil…! ¿Qué quiere usted que yo le responda…?”

Traté de calmarlo, pero mi pobre amigo no podía salir de su confusión. Dar una respuesta directa a aquella interrogante, era para él algo verdaderamente intrincado y espinoso.

Espero que a usted no le cause tanta mortificación la dichosa pregunta porque también a usted deseo hacérsela hoy. Aquí va: ¿QUIÉN ES JESUCRISTO PARA USTED?

Quizás le gustaría saber la res­puesta que han dado algunas otras personas. Por ejemplo mi amigo el médico. Para él Jesucristo fue “un gran hombre”. Y, como queriendo explicar mejor, añadió: “El es un personaje de la talla de Zoroastro, Confucio, Lao Tsé y Buda. Sin duda, un individuo extraordinario”.

Para él Jesucristo es un personaje histórico, y nada más. Nació, vivió y murió. Por tanto, no está aquí.  está muerto. ¿Podría esta respuesta parecerse a la suya…?

Pero volvamos al barbero. En su respuesta hubo un paso más que en la del médico. Para él, Jesucristo nació, vivió, murió y resucitó.

– “Entonces, tú crees que El está vivo”, le dije.

– “Si, claro” me contestó.

– “Bueno, pues si está vivo, ¿dónde está…?”

– “El está en el cielo”, respondió, “y algún día volverá”.

Pienso que su respuesta mejoró mucho la del médico, pero al fin y al cabo, también para el barbero, Jesucristo No está aquí. está ausente.

¿Y para usted? ¿Quién es? ¿Está vivo, o muerto? ¿Está ausente, o presente?  Desde luego, no he sido yo quien se inventó la pregunta. El mismo Señor se la hace a sus discípulos, según aparece en el Evangelio de hoy (Marcos 8, 27-35).

San Pedro respondió bien. El dijo: “TÚ ERES EL MESÍAS”.

Pedro lo estaba viendo, lo conocía, lo trataba, era su amigo. Para él el Señor estaba vivo y estaba allí presente. Y ahora, porque recibió esa revelación, supo que aquel amigo suyo era el Hijo de Dios.

Usted y yo tenemos que recibir la misma revelación de Pedro, pero al revés. Pedro primero sabía que Jesucristo era su amigo, y luego lo descubrió como el  Mesías, el Hijo de Dios.

Nosotros ya sabemos que Jesucristo es el Mesías; ahora nos falta descubrirlo como amigo. Nos hace falta lo que a Pedro le sobraba: Encontrarlo, conocerlo, tratarlo, ser su amigo.

Con razón ha dicho Juan Pablo II:

“Descubrir a cristo, y cada vez mejor, es la aventura más mara­villosa  de nuestra vida”.

Tenemos entonces, tres caminos:

La FE del médico.

La FE del barbero.

Y la FE del discípulo, que está en proceso continuo de descubrir y aceptar su ÍNTIMA AMISTAD.

¿Por cuál de estos caminos transita usted en su vida?

 

LA PREGUNTA DE HOY

 

 

¿Cómo se logra una amistad íntima con Jesucristo?

 

Igual que con cualquier otro amigo: juntándose con Él.

Y con el Señor sucede que mientras más lo trata uno, más lo conoce, y mientras más lo conoce, más desea su compañía y su amistad.

Para conocerlo mejor: los evangelios. Y para juntarse con Él: la conversación íntima, el sagrario, y, desde luego, los sacramentos.

El está siempre disponible. Sólo falta que esté disponible… YO.  Desde luego, le advierto que cuando usted se encuentre con Jesucristo no va a encontrar una religión, sino un Camino. Y ese CAMINO lo siguen los PEQUEÑOS sin pedir explicaciones.