Ayudar a tomar en sus manos el futuro y orientarlo

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Jose Luis Alemán, S.J., economista y experto en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), consideraba la Octogesima Adveniens (14 de mayo, 1971) de San Pablo VI como el documento más lúcido de la DSI. La Carta Apostólica conmemoraba los ochenta años de la publicación de la Rerum Nova­rum de León XIII el 15 de mayo de 1891.

Ya hemos visto cómo la persona humana es el principio primordial de la DSI. Ese principio no solo norma la finalidad de la sociedad, sino también a la Iglesia. Si la persona humana es la base, la Iglesia debe servirla.

Para enseñar conforme al Evangelio, la Iglesia tiene que estar alerta a “las necesidades nuevas de un mundo en transformación”. No le bastará “conocer”, necesita también solidarizarse con la suerte de la humanidad en “el seno de la historia”.  Así podrá la Iglesia, mediante el anuncio del Evangelio, “iluminar” las activida­des humanas para que hombres y mujeres puedan corresponder al “designio de amor de Dios y rea­lizar la plenitud de sus aspiraciones”.

Paulo VI se alegra: por doquier el Espíritu suscita “comunidades cristianas conscientes de su res­ponsabilidad en la sociedad”.

El primer papa viajero conocía la diversidad de las situaciones enfrentadas por la humanidad en el ancho mundo, por eso no pronunciaba una palabra única, sino que desafiaba a las comunidades con su irrenunciable tarea: “In­cumbe a las comunidades cristia­nas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia…”.

El reto de la Iglesia no es ser protagonista, sino presentar su mensaje específico y “prestar apoyo a los hombres y mujeres en sus esfuerzos por tomar en sus manos y orientar su futuro.” Mo­vida por las exigencias del Evan­gelio, la Iglesia se pone al servicio de la humanidad para que ella capte que el problema de la justicia social posee dimensiones mun­diales y urge “una acción solidaria en este viraje de la historia de la humanidad” (Ver Octogesima Adveniens, Nos 1 – 5).

Veamos otras consecuencias que se desprenden de la dignidad de la persona humana.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

 

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