Aumento lo que resalto

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Tengo una preocupación: quizás el caso que voy a narrarle le parezca a usted imaginario. Por eso le advierto: es real. Sucedió tal y como me lo contó un señor muy distinguido, el mismo día en que finalizó un curso(*) que dictaba. He aquí lo que me dijo:
– “Tan pronto abrí la puerta de mi casa aquella noche y vi a mi hijo
de 14 años sentado en la sala, me di cuenta de algo muy chocante y
desa­gradable: ¡estaba endrogado!”.
– “No sabía qué hacer. Fingí no haberlo visto y seguí hacia mi
apo­sento. Me senté en la cama con una enorme sensación de tristeza y
de de­rrota. Tenía ganas de gritar y de pelear, pero me contuve y
recé. Y pensé. Pensé mucho”.
– “Precisamente ese mismo día”, continuó el señor narrándome, “había
usted dado una charla en este curso, en la cual afirmó que, en materia
de relaciones humanas, había una realidad que se resumía en cuatro
pala­bras: Aumento lo que resalto.
– “Pensando y recordando me di cuenta de que yo había estado
RE­SALTANDO en mi hijo todo lo negativo. Sólo le señalaba lo que hacía
mal. Sólo resaltaba sus defectos y sus errores”.
– “De modo que empecé a hacer lo contrario. Durante las últimas tres
semanas he estado RESALTANDO todo lo BUENO que hace, señalando cada
acierto, aunque sea con un simple gesto.”
– “Esta mañana”, concluyó aquel padre, “mi hijo me dijo una frase que
me estremeció: “Tú verás papá, lo que es un hombre responsable de aquí
en adelante”, y añadió: “Porque a ti, no te voy a hacer quedar
mal…”.
– “El cambio que ha dado mi hijo en tres semanas es increíble. Está
en­tusiasmado nuevamente con sus estudios, y ha vuelto a ser el muchacho en quien siempre tuve tantas esperanzas”.

Creo que este caso demuestra cla­ramente el daño que puede hacer a una persona estarla
criticando conti­nuamente, y, por el contrario, el bien que puede hacerle reconocer y re­sal­tar las cosas buenas que hace.

Pregunta hoy el Señor: “¿Por qué te fijas en la pajita que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?”.

Lamento que no haya tiempo para copiar el Evangelio completo aquí. Léalo usted y verá como el Señor llama “hipócritas” a quienes viven fijándose en los defectos de los demás. El Señor no actuaba de esta ma­nera. Al contrario,  El resaltaba en los demás sus cualidades cada vez que podía. ¡“Qué grande es tu fe”! le dijo a una pobre mujer. “He aquí un israe­lita sin doblez” le dijo a Natanael cuando se lo presentaron. “María ha hecho bien, porque ha escogido la mejor parte”, dijo a Marta.

El Señor veía  y resaltaba lo bueno de la gente, y de este modo los animaba, los confortaba, y les comunicaba su alegría. Usted y yo, ¿Qué vemos y qué resaltamos en los demás? ¿Qué cosas
estamos AUMENTANDO en ellos? De todas formas, hagamos lo que hagamos, recuerde: lo que RESALTEMOS, eso AUMENTAREMOS.

LA PREGUNTA DE HOY

Si sólo voy a ver las cualidades en los demás ¿Cómo haré para corregirle sus defectos?
En primer lugar, para un cristiano, nadie hace nada por maldad, sino por error o por ignorancia, y en consecuencia, todos son inocentes, in­dependientemente de que algún Tribunal Su­perior (del cual usted y
yo no formamos parte) dicte otra cosa.

Si alguien tiene un defecto que a uno le molesta, sin embargo, podemos informárselo, de modo que él sepa que nos hace sufrir, pero no con ánimo de corregirlo, sino con la intención de que sepa algo de mí que quizás no sabía. Corregir no sirve para nada. Resaltar lo bueno, sí. ¡Esto último es lo
que hacía el Señor!

(*) Nota: El Curso Liderato Gerencial y Éxito y Metas lo im­parte
Carlos García-Dubús, (Servicios Cor­porativos) con gran éxito,
procúrelos.

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