Hace 70 años que las Hermanas del Perpetuo Socorro llegaron al País Han realizado un trabajo fecundo y perseverante

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“El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres”.

Los inicios en Cana­dá 28 de agosto 1892

“La Congregación de Hermanas de Nues­tra Señora del Perpetuo Socorro nació en San Damián de Bellechasse, un pequeño pueblo de la Provincia de Quebec, Canadá, pobre y perdido entre bosques y montañas, donde “todo estaba por hacer”, se­gún la expresión del sacerdote José Onésimo Brousseau, al ser nombrado primer párroco de la Parroquia San Da­mián, hacia el año 1882. “Sintió lástima de aquella gente porque andaban como ovejas sin pastor y les enseño mu­chas cosas…” (Mc 6, 34). (El Caribe 5 agosto 2017, Mons. Ramón de la Rosa)

“DIOS PROVEE­RÁ! Grito de fe audaz, y de filial abandono, que se escapa del alma de la humilde Congre­gación de Hermanas de Nuestra Señora del Per­petuo Socorro, al salir del seno materno de la Divina Providencia. Este sentimiento, que es como su primera respi­ración, lo conserva co­mo divisa propia…”

Llegada a República Dominicana

 

La fundación en Re­pública Dominicana  fue la primera misión ad-extra de la Congre­gación. El lugar escogido por la Providencia para plantar el CARISMA DE COMPASIÓN Y MISERICORDIA de la Congregación, fue la ciudad de Santiago de los Caballeros, conside­rado por nosotras como lugar de origen de la Congregación en el país, y donde tiene su sede principal.

El 20 de octubre del año 1948, en el Vapor “Borinquen”, en compañía del Padre René Bouchard MSC, cuatro hermanas de la Congre­gación de Hermanas de Nuestra Señora del Per­petuo Socorro, llegaban al Puerto de Santo Do­mingo para dar inicio a una nueva misión. Su destino: Parroquia N.S. de Altagracia de Santia­go de los Caballeros., por invitación de los Pa­dres Misioneros del Sa­grado Corazón. Resi­dencia: Calle Luperón # 58. Por ser la primera misión en el país; ésta recibió el nombre Casa de Betania. Las cuatro hermanas canadienses fueron: Sor María de la Asunción (María-Anna Cantin) Sor Susana (Loretta Poliquin), Sor Emery (Licienne Pepin) y Sor Bernarda de Sito (Fernande Boudet) quienes sin conocer nada de este pequeño mundo ni hablar espa­ñol, fueron las pioneras de esta obra…

Desde entonces has­ta el momento presente, confiando siempre en la Divina Providencia, la Congregación ha crecido por una vasta extensión de la geografía do­minicana y traspasando sus fronteras, desde aquí, se ha extendido por los países que hoy componen la Región de Centro América y El Caribe: Curazao, Haití, Nicaragua

Como congregación  religiosa de vida apostólica, hemos intentado desde el apostolado pa­rroquial, la educación de la niñez y la juventud, la formación de ca­tequistas y ministros laicos, el acompaña­miento a las familias y la acogida de ancianos desamparados, ser fie­les a nuestro estilo de vida: sobrio, sencillo y frugal, mantener vivo y vivificante el Carisma de Compasión legado por los Venerables Fun­dadores.

Setenta años des­pués de la llegada de la Congregación a la Re­pública Dominicana, nuestro Carisma sigue presente con el mismo dinamismo. La dismi­nución de miembros, las limitaciones a causa de la edad y la salud, no han mermado el ardor de los primeros años. Antes por el contrario  Es una motivación constante para “Poner la confianza en el Buen Dios Padre Providente, la búsqueda constante de su Divina voluntad” siguiendo el ejemplo de nuestros Venerables Fundadores José Onési­mo Brousseau y Virgi­nia Fournier y abrirnos a nuevas formas de pre­sencia y servicio con el testimonio de nuestras vidas, acompañadas de nuestros Asociados, que son también portadores de la presencia AMO­ROSA Y COMPASIVA DEL PADRE, en aque­llos lugares y obras en las que nosotras, consa­gradas, por diferentes razones, no podemos estar presentes.

A través de estos años, la Congregación ha pasado por diversas etapas y comentos  propios de un organismo en crecimiento, por los que ha atravesado la Vida Religiosa en todas las latitudes, muy particularmente en América Latina.

Hoy, a la vez que agradecemos al Buen Dios Padre Providente y a nuestra Madre del Perpetuo Socorro su continua protección, es un deber hacer público el agradecimiento a la Congregación de los Padres Misioneros del Sagrado, quienes fueron el instrumento escogido por el Señor para la ex­pansión de la Congrega­ción en esta tierra do­minicana.

Es igualmente un deber de gratitud a toda la Iglesia Dominicana en la persona de sus mi­nistros, a los fieles con quienes se ha compartido la vida de la fe coti­diana, a las Congrega­ciones Religiosas por su cercanía y testimonio, a las familias de las cua­les proceden nuestras hermanas, por haberse desprendido y donado algunos de sus miembros para enriquecer a la familia religiosa, a las Instituciones que en algún momento de esta historia de amor han manifestado su solidaridad. Finalmente al no­ble pueblo dominicano en todos los lugares en donde hemos prestado servicio, que con su aceptación incondicio­nal, y su acompaña­miento ha sido elemento de apoyo y desafío para la realización de  nuestra misión. BENDITO SEA DIOS EN SU DI­VINA PROVIDENCIA.

 

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