Interpretar sueños

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Hay algo misterioso en el sueño que parece, desde los tiempos más remotos, haber impresionado al hombre y despertado su curiosidad. No conocemos qué obtuvo la filosofía del sueño a partir de la observación del fenómeno, pero al igual que todos los fenómenos cuyas causas no son obvias, con el correr del tiempo el sueño vino a ser considerado como el efecto de la intervención divina y como algo sagrado. Pero, nosotros los cristianos ¿de­bemos creer en los sueños?

Resulta que todos los sueños efectivamente re­gistrados en la Sagrada Es­critura vinieron sin ser buscados y es un hecho histórico. Ahora bien, el sueño como un fenómeno psico-fisiológico natural, sin duda, tiene sus leyes, las cuales por oscuras que parezcan al hombre, son establecidas por Dios y obedecen sus órdenes. Pero como el hombre pue­de ser engañado fácilmen­te, es necesario que al usar causas naturales Dios su­ministre tales evidencias que harán su intervención inconfundible.

Y en la historia, los pri­meros padres de la Iglesia decían que la intervención divina en los sueños del hombre es un aconteci­miento de carácter excepcional. Los teólogos me­dievales le añadieron a los razonamientos de sus predecesores un más cuidadoso estudio de los fenómenos del sueño; pero no encontraron ninguna razón para apartarse de los principios morales contenidos en sus escritos.

Santo Tomás, a la consulta sobre si ¿es lícito la adivinación de los sueños? Concluye diciendo que: los sueños pueden ser causados por agentes espiritua­les, tales como Dios, directamente, o indirectamente a través de sus ángeles, y el diablo. Es fácil concluir de ahí qué posibilidades hay de conocer el futuro a partir de los sueños y cuando la adivinación es legal o ilegal.

Por su parte, los teólogos modernos siguen ad­mitiendo la posibilidad de sueños sobrenaturales en su origen, y por lo tanto, la posibilidad de la interpre­tación del sueño en función de las comunicacio­nes sobrenaturales.

En cuanto a los sueños ordinarios, aceptan fácilmente que debido a que las facultades imaginativas del hombre adquieren a veces un entusiasmo que no po­seen de otro modo, es posible en tales casos conjeturar con un cierto grado de probabilidad, algunos eventos futuros, pero es ilógico intentar cualquier interpretación.

Sólo las personas muy ignorantes y supersticiosas reflexionan sobre los “diccionarios de sueños” y las “claves para la interpreta­ción de los sueños”. Aun así, si tomamos en cuenta la sabiduría de los ángeles, analizando la Biblia, pode­mos decir que es entendi­ble explicar el sentido y el significado de las visiones que compartieron los profetas y otros.

En los textos del profeta Jeremías (1,11-15; 24, 1-10) o Amós (8, 1-3), Yah­veh mismo dio explicacio­nes de la visión, pero con el tiempo esta tarea le fue encomendada a un ángel, a quien los exégetas llama­ron angelus interpres, o ángel que interpreta las visiones que Dios presenta a sus profetas.

La descripción de la medición del templo, contenida en el libro del profeta Ezequiel (40, 3-48), ilustra mejor esta tarea. El profeta escribe: “me llevó para allá y vi a la entrada a un hombre que parecía de bronce; en su mano tenía un cordel de lino y una vara para medir” (Ez 40, 3). Este misterioso hombre, vinculado con el án­gel, llevaba al profeta mos­trándole todos los bloques de construcción del futuro templo, explicando el destino de algunos de ellos y al mismo tiempo, diciéndole que recordara todos estos detalles para luego describirlos.

Una función similar realizó el ángel en el libro de Daniel, obra escrita en Hebreo, Arameo y Griego. En este libro creado du­rante el período del levantamiento macabeo, alrededor del 164 A.C., busca ayudar a Israel a salvar su propia identidad y fe en Dios. Por consiguiente, los sueños constituyen una gran riqueza.

Tengamos claro que su existencia y todas estas realidades nos traen un gran estímulo y grandes aportes a nuestra fe.

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