La belleza y la verdad

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La belleza y la verdad

Dos factores determinan la manera de percibir la belleza. Una es constante; la naturaleza no finge. La otra es variable, depende de tus cánones culturales. Existen tantas formas de percibir algo bello, así como grados de la prevalescencia de la cognitividad estética.

La belleza existe en todas partes, en obras humanas se admira la creatividad, el estilo, la representación, es a veces un concepto subjetivo; en la ­naturaleza la belleza es parte de la armonía intrínseca de lo natural; brota en todas partes, es tan común que a veces pasa desapercibida.

Hay un parecido en la relación entre la belleza creada y la belleza natural con la verdad y la demagogia.

La verdad es tan simple que no requiere tan siquiera de esfuerzo para ser, mientras la demagogia suena con música dulce y una altisonante estructura conceptual que atrae y empalaga.

El peligro mayor de la demagogia es que se roba la esperanza, y a esperanza robada, mar de decepciones.

El magisterio espiritual aconseja la mesura en el actuar humano previa reflexión y discernimiento.

La verdad, así como la belleza natural, no finge, no promete, no se roba la esperanza, salvo aquella que procura hacer del actuar humano, equivocado, una corrección de rumbo hacia la propia verdad.

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