Monseñor Enmanuele Clarizio: Conciliador eficaz en nuestras desavenencias patrias

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cuarta parte

 

Era ya noche cerrada de aquel fatídico 28 de abril de 1965 cuando Monseñor Clarizio arribó a la Nun­ciatura. Enseguida se dispuso a recibir a un dirigente del sector constitucionalista, situado en Ciudad Nueva, liderado por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Este emisario se interesó en el acto por conocer las razones que había tenido para dirigirse al país desde la base militar de San Isidro, bastión de los golpistas. Enseguida le entregó Monseñor Clarizio el texto de su alocución, indicándole que había procedido de ese modo por ser la única emisora que en el momento estaba en el aire, pero que no tendría inconveniente en hacerlo por cualquier otra que estuviera a su disposición, siempre y cuando se le invitara a ello. Esta muestra de imparcialidad resultó muy del agrado de los luchadores por el retorno a la constitucionalidad.

Manifestó al emisario la necesidad imperiosa de hacer algo para lograr una tregua como paso previo a entablar posibles negociaciones. Esa misma noche le puso al habla vía telefónica con el entonces jefe de la Policia Nacional General Despradel Brache, acordando ambos hacer todo lo humanamente posible para que cesaran los disparos.

Concertó, al propio tiempo, una reunión en la Nunciatura Apostólica entre representantes de ambos bandos, pero la misma no pudo materializarse debido a la imposibilidad del Coronel Suberví, delegado de San Isidro, para trasladarse a la Ciudad.

Al día siguiente, 29 de abril, recibió la reiteración de las partes contendientes para continuar su labor de mediación, acordándose una reunión para el día siguiente. El mismo día, el Papa Pablo VI le remitió un mensaje por cable recomen­dándole hacer todo lo posible para favorecer las iniciativas en favor de la paz.

La noche del 29 se dirigió nueva vez por radio al país, expresando: “hablo únicamente como Ministro de Dios, aparte de las gestiones que simultáneamente realiza el Cuerpo Diplomático. Me siento en el deber de tomar la ­palabra, y de nuevo hablo por la única emisora a disposición. Me gustaría hablar además en cualquier otro sitio, de cualquier radio, cual­quiera que sea que me brinde la oportunidad de demostrar que estoy con la Patria Dominicana indistintamente. Deseo que quede claro que mis actuaciones son en favor de todos los dominicanos de los dos bandos: sea de una que de otra parte”.

“Lo único que quiero es que termine la lucha y el derramamiento de sangre, y que venga la paz y la concordia entre hermanos”.

En esas horas cruciales, sostuvo un intenso intercambio de mensajes con el Secretario General de la OEA José Antonio Mora y otras persona­lidades internacionales, en procura de que cesaran las hostilidades.

Dando continuidad a sus esfuerzos, en la mañana del 30 de abril visitó Ciudad Nueva, bastión del mo­vimiento Constitucionalista. Expre­saría al respecto:

“Me recibieron con entusiasmo en Ciudad Nueva… Conversamos un rato desde un balcón, pero me aconsejaron que entrase en la habitación, porque había peligro. Poco después se oyeron unos disparos y los dirigentes que me acompañaban orde­naron que trataran de agarrar a los francotiradores…Cuando llegó des­pués el Coronel Caamaño comenzaron las conversaciones sobre el cese al fuego. Indicaron que no podían convenir nada sin la auto­rización del Profesor Juan Bosch, al cual llamaron por teléfono a Puerto Rico”.

Después de la referida conversa­ción, fueron fijadas las bases de un posible acuerdo de cese al fuego. El sector de San Isidro le sugirió coordinar con la representación de la Cruz Roja Internacional, dado que la misma había solicitado ya seis horas de tregua para proceder a recoger los cadáveres y los heridos. Puedo lograr, en este importante punto, la colaboración del representante de la Cruz Roja en el país Dr. Luis Fer­nán­dez Martínez, quien se comprometió ante el Nuncio a sumar sus esfuerzos para que la tregua acordada se convirtiera en un verdadero cese al fuego.

Continuará.

 

 

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