Monseñor Francisco Panal: Su valentía profética en tiempos difíciles

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La referida campaña no cesó siquiera en el mes de enero de 1961 cuando Trujillo, que no se daba por vencido en su soberbia aspiración de ser declarado Benefactor de la Iglesia, asesorado por sus colaboradores más cercanos como Joaquín Balaguer, Don Cucho Álvarez y Rafael Paino Pichardo, invita a los obispos y destacados representantes del Clero a dos encuentros durante el referido mes, uno el día 10 y otro el 22 con motivo de la de la Festividad de Nuestra Señora de La Altagracia.

A pesar del memorándum presentado por los obispos en la recepción del 10 de enero de 1961 procurando avenencia, que al día siguiente Trujillo y Balaguer respondieron en términos positivos, en la práctica ningún cambio favorable operó por parte del régimen para modificar el estado de cosas existente.

El 4 de marzo de 1961 Trujillo visitó la Provincia de La Vega, ocasión en la cual se puso nuevamente de manifiesto la actitud valiente y responsable de Monseñor Panal en aquellos días tormentosos.

Bien temprano en la mañana de aquel histórico día arribó Trujillo con su séquito a la Catedral para participar en el habitual Te-Deum previo a proseguir sus actividades políticas.

Nadie, hasta ese día, había osado expresarse ante el Generalísimo en un tono tan directo, reclamando sentidas reivindicaciones sociales para los más necesitados y libertad para los tantos que padecían persecuciones y maltratos, pero muy especialmente para pedir respeto a la dignidad mancillada de la Iglesia a través de las odiosas emisiones de Radio Caribe. Era como si el clamor profético de Montesinos resonara otra vez con renovados acentos.

A continuación, el texto de la me­morable homilía de aquel día pronunciada por Monseñor Panal, el cual se completará en sucesivas entregas.

 

“Excmo. Benefactor de la Patria

Padre de la Patria Nueva

Generalísimo Dr.

Rafael Leonidas Trujillo Molina.

 

Amado Pueblo Católico.

 

Permitidme, amado jefe, que aquí, en la intimidad con Nuestro Dios. – no importa que el público nos oiga y nos observe- os cuente, de amigo a amigo, mis penas íntimas, que en esta ocasión son tan hondas y amargas como no las he sufrido en el pasado, ni creo que las pueda pasar más intensas en el futuro. Escuchádmelas- por favor, y hacedlas también vuestras.

Estimo como cosa casi cierta que Vuestra Excelencia, querido Jefe, no estáis bien enterado al menos minuciosamente de la abominable campaña atea, anticlerical, antisocial, antitrujillista perfecta y comunista pura, que están llevado a cabo desde hace pocos voceros de la radio y prensa nacionales, en la forma más sacrílega e impía.

No vayáis a creer, amado Jefe, que exagero lo más mínimo; podéis Vos mismo convenceros de cuanto os digo leyendo cualquiera día y escuchando a cualquiera hora la radio y prensa nacionales. Sin dudas que os provocarían asco y ansias de vomitar.

En su carrera triunfal de abominación despiadada no han dejado nada: lugar, cosa, persona, institución divina y sagrada, que no la hayan denigrado, profanado vilmente en su propaganda radial e impresa.

De tal suerte, que ya no tenemos templos el todo el territorio nacional, querido Jefe, que no estén execrados, ni personas sagradas que no hayan sido sacrílegamente escarnecidas, ni instituciones divinas y religiosas que no hayan sufrido calumnias y vejaciones oprobiosas”.

 

Continuará en la próxima entrega.

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