La Sagrada Familia, los ángeles y los signos de Dios

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Padre Jimmy Drabczak

La fiesta de la Sagrada Familia nos introduce en el corazón de la Navidad de una manera profundamente realista. No nos presenta una familia idealizada, sino una familia atenta a los signos de Dios, acompañada por los ángeles, en medio de la inseguridad y de decisiones que no admiten demora.

El Evangelio nos muestra a José en una noche decisiva. Un ángel del Señor se le aparece en sueños y le dice: «Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto» (Mt 2,13). El ángel no trae largas explicaciones, sino un signo claro y exigente. Y José entiende.

Aquí aprendemos algo fundamental: los ángeles no sustituyen nuestra responsabilidad, la despiertan. El signo de Dios llega, pero necesita una respuesta humana. José no discute ni retrasa la decisión. Se levanta de noche y actúa. Gracias a esa obediencia silenciosa, la Sagrada Familia queda a salvo.

El libro del Eclesiástico nos recuerda que Dios sigue hablándonos en lo cotidiano: en el respeto a los padres, en el cuidado de los mayores, en la paciencia y la fidelidad dentro del hogar. Estos gestos no son secundarios; son signos concretos de la voluntad de Dios. La santidad se vive en lo diario.

San Pablo, en la carta a los Colosenses, nos ofrece criterios claros para discernir: «Revístanse de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia» (Col 3,12). Allí donde estas actitudes crecen, Dios está actuando, porque el amor transforma la manera de afrontar las dificultades.

Una antigua historia ilumina este misterio. Durante la huida a Egipto, la Sagrada Familia se detuvo cerca de una casa humilde. Una anciana, conmovida al verlos, les ofreció lo poco que tenía. Aquella noche soñó con un ángel que le dijo: «Has acogido a Aquel que salva». Comprendió que había sabido leer un signo de Dios y responder con amor.

Así actúan los ángeles: no llaman la atención sobre sí mismos, sino que orientan el corazón hacia la voluntad de Dios. También hoy acompañan a nuestras familias. La Sagrada Familia nos enseña que los signos de Dios suelen ser discretos y exigentes.

A veces llegan en forma de sueño; otras, en una necesidad concreta. Pero siempre piden confianza y disponibilidad.

Al contemplar a la Sagrada Familia, guiada por los ángeles, nos situamos ante el umbral de un nuevo año. No sabemos qué caminos se abrirán, pero sí sabemos quién camina con nosotros.

Bendición para el Año Nuevo

Que el Señor nos conceda un Año Nuevo bendecido, en el que sepamos escuchar su voz,

reconocer sus signos en lo cotidiano y responder con fe, como José;

con confianza, como María; y con amor, como Jesús en su familia.

Que los ángeles del Señor custodien nuestros hogares

y nos ayuden a elegir siempre la voluntad de Dios.

Que el Niño nacido en Belén nos regale paz, luz y esperanza,

y que cada día del nuevo año

sea una oportunidad para crecer en amor y misericordia.

Que Dios Padre nos bendiga,

que Cristo nos acompañe

y que el Espíritu Santo nos guíe.

Feliz y bendecido Año Nuevo.