Mary Esthefany García Batista

El año 2025 se abrió con la luz del Jubileo de la Esperanza, convocado por el Papa Francisco como una invitación a renovar el corazón del mundo y recordar que, aún en medio de las sombras, Dios sigue abriendo caminos de misericordia. Este Jubileo quiso ser un signo profético para una humanidad herida, llamada a reencontrar sentido, consuelo y fe.

Para los que trabajamos en el sector sanitario y con el acompañamiento a enfermos, estuvimos atentos al Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Sanidad, que se celebró los días 5 y 6 de abril de 2025. 

El Papa Francisco ofreció un mensaje de profunda cercanía, afirmando que la enfermedad no es abandono de Dios, sino un lugar privilegiado de su presencia. Destacó que la fragilidad humana puede convertirse en una escuela de amor, donde se aprende a confiar, a dejarse cuidar y a reconocer la dignidad inviolable de la vida.

Francisco señaló, además, que el lecho del enfermo puede ser un lugar santo, donde la caridad vence la indiferencia y la esperanza se renueva mediante el cuidado mutuo. Agradeció especialmente a médicos, enfermeros y personal sanitario, animándolos a descubrir en cada paciente el rostro de Cristo. Su aparición sorpresa confirmó con gestos que la Iglesia camina junto a quienes sufren.

Vivir este tiempo en Roma fue una verdadera “Diosidencia”. Compartir el viaje con mi hermano Carlos, atravesar la Puerta Santa y orar juntos en el corazón de la Iglesia hizo tangible el Jubileo: dejar atrás lo viejo, abrirse a lo nuevo y permitir que la misericordia de Dios renueve todo.