PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

Una mirada panorámica puede ayudar a captar las líneas mayores que luego sirven para orientar y enmarcar investigaciones posteriores.

Vimos cómo en tiempos de Carlomagno (†814) obispos, papas y cristianos corrientes gozan de estabilidad, surgen las escuelas catedralicias, se intensifica la reproducción de manuscritos con la minúscula carolingia, crece la dignidad y la preparación de los eclesiásticos.

Todavía con Ludovico Pío la Iglesia gozará de cierto orden, pero a su muerte (840), el papado es controlado por los duques de la Italia central. La corrupción se adueñará de la sede de Pedro, hasta que Otón, el Grande, deponga al corrupto papa Juan XII (963).

Los sucesores de los Otones se sentirán con el derecho de nombrar obispos, que a su vez serían parte de su aparato de gobierno. Hasta que Gregorio VII (1073 – 1085) enfrenta a Enrique IV en la “querella de las investiduras”. El asunto lo zanjará el Concordato de Worms ratificado en el primer concilio de Letrán (1123). El papa nombra obispos, el emperador le confía un territorio. Pero los emperadores germánicos no desisten de su intento de controlar el papado. El papa Alejandro III (1159 – 1181) enfrentará a Federico Hohenstaufen, Barbarroja, quien hasta nombró varios papas rivales. El tercer concilio de Letrán (1179) establecerá que los papas han de ser elegidos por dos tercios del colegio cardenalicio. El control de la elección papal se hacía más difícil. 

Federico II Hohenstaufen volverá a intentar controlar el papado. Fue depuesto por el primer concilio de Lyon (1245).

Ahora será la dinastía francesa Anjou quien pretenderá controlar el papado. Felipe IV mandará secuestrar al papa Bonifacio VIII (1294 – 1303). Los papas no tendrán seguridad en Roma y residirán en Avignon, Francia (1309 – 1377).  

Con el regreso del papado a Roma, los insatisfechos cardenales franceses elegirán un papa rival. Occidente vivirá el escándalo de dos y tres papas hasta que el emperador Segismundo y el papa Juan XXIII (sí, hubo un Juan XXIII, pero no “cuenta”) convoquen el Concilio de Constanza (1414 – 1418) que podrá fin al cisma. Los papas del siglo XV no reformaron la Iglesia, fueron príncipes renacentistas que reconstruyeron Roma y su impulso artístico continuará con los papas de los siglos XVI y XVII, pero tristemente, muchos cristianos quedan fuera del colosal abrazo de la columnata (1656 – 1667) de Bernini.