Estemos a su lado

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Editorial

Señor, tú me conoces y sabes el dolor y la esperanza que llevo en el corazón; dolor, pues mi familia se ha quedado sola… Este es un fragmento de la Oración del Migrante, que tantos dominicanos y dominicanas han elevado al cielo cuando han tenido que migrar a otros países, sobre todo hacia Estados Unidos.

La situación es aún más triste cuando han llegado de manera irregular o han decidido quedarse después de haber entrado por la vía correspondiente. Desde que tomaron esta decisión, es como estar condenados a vivir en una cárcel sin puertas. Suceden hechos tristes y alegres entre las familias que han dejado aquí, y no pueden venir. Estos acontecimientos lastiman su alma para siempre.

Con el nuevo Gobierno, su situación ha empeorado, porque contra ellos se ha desatado una cacería humana. Reconocemos que cada Estado tiene el derecho de aplicar sus leyes migratorias, pero también sabemos que en las deportaciones, debe primar el respeto a la dignidad humana.

Este drama que están viviendo nuestros hermanos debe constituir un reto para nuestras autoridades. ¿Por qué se van tantas personas del país? ¿En qué momento perdieron la ilusión de realizar su proyecto de vida en esta tierra amada?

No se puede perder un minuto más para iniciar reformas profundas que permitan a cada dominicano acceder a un sistema de salud sin exclusión, tener educación de calidad, empleos, seguridad ciudadana y alimentación segura.

Que nuestra gente del campo no tenga que salir desesperada buscando un mejor destino en las grandes ciudades, donde vivirán hacinados y sin futuro.

En cuanto a los que comienzan a llegar desde Estados Unidos, en donde cientos de ellos vivían desde hace años, hacemos un llamado al Gobierno que se busquen las medidas necesarias y dar una respuesta social y justa a los repatriados. No los abandonemos.