La ceiba pentandra es una especie nativa distribuida en los cinturones tropicales del planeta, pantropical y que pertenece a la familia Bombacaceae, familia madre de los árboles más corpulentos de los trópicos.
El árbol de ceiba de Tamboril es una muestra del bosque que pobló el centro del valle del Cibao, colocado en medio del pliegue hundido que ocupó el fondo del inmenso brazo de mar que unía a las bahías de Samaná y La Escocesa con las bahías de Montecristi y Manzanillo, justamente en la línea divisoria de las cuencas hidrográficas Yaque del Norte y Camú cuyas corrientes desembocan, a través del Yuna en este último, en el océano Atlántico, una al noroeste y la otra al noreste de la República por las bahías antes mencionadas.
La Ceiba es hogar de reptiles y aves. El lagarto cabezón (Anolis cybotes), el común (Anolis distichus, además de la cigua palmera, ave nacional (Dulus dominicus) la golondrina y el carpintero (Progne dominicensis y Melanerpes striatus respectivamente), encuentran en la Ceiba, reposo y dominio de su espacio vital.
La ceiba con su generosa copa, su múltiple dosel de ramas y hojas, y el característico perfume de sus flores de atractivos pétalos; es un árbol que significa vida, perpetuidad, grandeza, bondad, fuerza y unión para muchas culturas alrededor del planeta. No hay otra planta que crezca tan alta, tan vistosa, que brinde tanta sombra siendo así el claro ejemplo de la importancia que tienen los árboles y de los cuales dependemos. Pues son ellos quienes liberan oxígeno, absorben el CO2, combaten el calentamiento global, retienen el agua, son refugio de los animales y refrescan el entorno.