Dios revela su identidad

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“Yo “Yo soy el que soy” es una expresión que recoge la ­caracterís­tica más propia del Dios bíblico; es un Dios tan cercano al ser humano que siempre está presente.”

Moisés pasa por el desierto hasta llegar a la montaña de Dios. ¿No te parece una imagen de la vida misma? ¿Quién no se ve empujado a tener que atravesar “espacios” de desierto para llegar a la frescura de una montaña? En el caso de Moisés no se trata de cualquier montaña; es la montaña de Dios. Lugar donde lo divino se encuentra con lo humano, dando sentido y completud a la existencia del que marcha en busca de la misma.

Como en todos los relatos de teofanía (manifestación de Dios) es Dios quien toma la iniciativa: “Allí se le apareció el ángel del Señor”. No dice que Moisés se lo encontró, sino que se le apareció. Quien hace el movimiento es el ángel. Y se aparece en uno de los signos típicos en los que suele manifestarse la divi­nidad: el fuego. Dios se hace presente a través de mediaciones, el fuego es una de ellas. Por eso siempre será necesario tener los ojos bien abiertos para descubrirlo en los signos de los cuales Él se vale para hacerlo. Jesucristo se nos revelará como el más diáfano de todos ellos. Con justicia ha sido llamado “parábola de Dios”.

La iniciativa divina queda remarcada en la prohibición que Dios hace a Moisés de no acercarse. Moisés se dice a sí mismo: “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admi­rable, a ver por qué no se que­ma la zarza”. Ante su intensión Dios le dice: “No te acerques; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es terreno sagrado”. Al ámbito de lo sagrado, del misterio, de Dios, no accede el hombre con sus propios medios; es Dios el que se acerca al hombre y se le da a conocer. Habría que preguntarse: ¿Quién hace la experiencia: el hombre de lo divino o lo divino de lo humano? El misterio de la Encarnación podría servirnos de orien­tación.

Tras ese primer diálogo, Dios revela cabalmente su identidad: nombre, pensamiento, sentimientos. ¡Que Dios tan personal!: “Yo soy el Dios de tus padres”. Se trata de un Dios con una historia y que actúa en la historia humana. Es un Dios que ve (“he visto la opresión de mi pueblo”), que oye (“he oído sus quejas contra los opresores”) y que conoce (“conozco sus sufrimientos”). Un Dios que no es indiferente: “He bajado a librarlo de los egipcios”. Un Dios que es y se relaciona como persona.

Y luego, para completar el carnet de identidad, el nombre: “Yo soy el que soy”. ¿Cómo hay que entender este nombre con el que Dios se revela a Moisés? “La expresión contiene el sentido de que el rasgo principal de Dios es su voluntad de estar y hacerse presente en la historia humana, sobre todo en las situaciones sufrien­tes” (Equipo Eucaristía). No se trata de filosofía, de metafí­sica, por consiguiente; sino de fidelidad a una alianza. “Yo soy el que soy” es una expresión que recoge la caracterís­tica más propia del Dios bíblico; es un Dios tan cercano al ser humano que siempre está presente, haciendo con él su camino vital, construyendo la historia humana.

 

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