Era el patio de la casa
que fue parte de mi vida
esa que nunca se olvida
por más que el tiempo nos pasa
y que barreras traspasa
eterna en el pensamiento
con nostalgia y sentimiento
por esos años ya idos
que intensos fueron vividos
desde nuestro nacimiento.
En aquel patio entrañable
con cerezo y limonero
allí sembré un cocotero
que es un recuerdo imborrable
una tarde inolvidable
y creció junto conmigo
como eterno y fiel amigo
inmutable compañero
pegado del gallinero
al que pongo por testigo.
Techo de zinc y madera
donde el agua crepitaba
al tiempo que nos mojaba
una que otra gotera
de la lluvia que en chorrera
caía por algún caño
que era siempre el mejor baño
para aquella muchachada
feliz y despreocupada
que recuerdo y ¡cuanto extraño!
Un inmenso limoncillo
de naranjas varias matas
flores sembradas en latas
cual pequeño jardincillo
en aquel mundo sencillo
que mi madre atesoraba
al tiempo que las regaba
musitando una canción
o una secreta oración
a la flora que ella amaba.
Esas vivencias cultivo
en el fondo de mi alma
como un oasis de calma
que, de vivir, es motivo
con ánimo colectivo
disfrutar las emociones
que traen las evocaciones
de aquellos gratos momentos
que de todos son cimientos
y de nuestras tradiciones.-