Corría despavorida
con rostro lleno de espanto
y en mi mente grité: ¡Santo!
por esa desconocida
tras de ella y en corrida
vi hombres uniformados
que también iban armados
en pos de la jovencita
tan frágil cuan delgadita
de ademanes alarmados.
Me tenía inmovilizado
aquel semáforo en rojo
mirando yo de reojo
para uno y otro lado
hondamente desolado
por la terrible visión
de aquella persecución
y huida desesperada
¿Logró irse? ¿Fue atrapada?
Era todo confusión.
Cual feroces cazadores
capturaron a la presa
y en mi alma quedó impresa
de su cara los horrores
lloraba … vi sus temblores
para mí dije: ¡Jesús!
a verde cambió la luz
marchándome entristecido
porque lo allí acontecido
hoy son clavos de mi cruz.
¿Que habrá pasado con ella?
Me cuestiono atormentado
a nadie yo he preguntado
aunque me ha dejado huella
la pobrecita doncella
que quizás cayó en error
viviendo todo el horror
que sufrí como testigo
me persigue cual castigo
esa imagen de terror.
Desconozco qué delito
o conducta temeraria
desató tan arbitraria
acción la cual he descrito
y aquí elevo mi grito
porque tengo la inquietud
de que nuestra juventud
se nos pierda totalmente
terminando fatalmente
sin futuro y sin virtud.-