Ángeles llorando en silencio, a través de la participación en la batalla espiritual

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Desde el momento en que los ángeles se convirtieron en testigos de la apostasía de Lucifer, se les encomendó la lucha contra él y sus demonios. Todo ser humano también participa en esta batalla espiritual. Cada minuto de nuestra existencia, todos nuestros pensamientos y acciones, ya sean buenos o malos, son un libro abierto para Dios y sus ángeles, para Satanás y sus demonios. Estamos bajo la vigilancia de mensajeros de luz y mensajeros de la oscuridad. Complacemos a los demonios con placer diabólico y al mismo tiempo entristecemos profundamente a los ángeles, o hacemos felices a los ángeles y enfureciendo a los demonios.

¡Qué gran servicio nos hacen los ángeles cuando luchan en nuestro nombre contra los malos espíritus y los demonios! Cuánta gratitud merecen de nosotros por apoyarnos en nuestras debilidades y aceptar ser instrumentos de Dios. Están peleando esta batalla por amor a nosotros, obedeciendo los mandatos de Dios. Es reconfortante saber que no luchamos solos. La batalla es por nosotros, y sólo nos queda unirnos a los ángeles buenos en ella. ¿Quién no recuerda la historia de los tres jóvenes en el horno ardiente?

Nabucodonosor exclamó: ¨Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel a biblioteca a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios¨ (Dn 3,95).

El ángel del Señor ayudó a la nación escogida y también nos ayuda a nosotros. Si somos atacados por espíritus malignos, los que confiamos en Dios y recurrimos a él, seremos rodeados por los poderosos guerreros de Dios. Los ángeles, sin embargo, no solo son guerreros, observadores y consejeros, sino que también tienen algo más que hacer que se deriva de su naturaleza. Llevan nuestras oraciones al trono de Dios. En el libro de Tobías leemos que Rafael les dijo a él y a su padre:

¨Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor¨ (Tob 12,15). San Juan vio en su visión que estaban ofreciendo oraciones a Dios como incienso: ¨Otro ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono¨ (Ap 8,3).

Sin duda, los ángeles escuchan todas nuestras oraciones. Se regocijan cuando Dios es glorificado, cuando confían en él y lo aman. Llevan estas oraciones a Dios con gran alegría, como regalos maravillosos y de dulce aroma. No obstante, cuán doloroso debe ser para los santos ángeles que el hombre, la verdadera “imagen y semejanza” de Dios, a veces elige consciente y voluntariamente el mal y en esta lucha espiritual se pone del lado de los enemigos de Dios y de las personas: de Satanás.

San Miguel Arcángel, defiéndenos siempre de los enemigos de nuestra alma. Ven a nosotros con tus ángeles y rodéanos con tu poderosa protección. Amén.