El Señor habló a Moisés: “Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.” (Números 6, 22-17)

Leo y releo estas tres líneas, y pienso: hoy posiblemente mucha gente me felicite por el nuevo año. Todos, o casi todos, me dirán: “Feliz año nuevo”. Pero tal vez nadie me diga: “Que el Señor te bendiga y te proteja…”. Y, sin embargo, esa es la fórmula de bendición que hoy nos regala la Palabra de Dios. ¡Qué mejor cosa se le podría desear a alguien en este día! Se me hace tan bella y significativa esta oración que no puedo dejar de analizar su contenido para rezar conscientemente con ella. Tal vez sea una de las oraciones más hermosas de todo el Antiguo Testamento.

Meditando esta fórmula de bendición y se me ocurre traer a la memoria a tantas personas que son importantes para mí. Rezo por ellas, y desde este rincón donde ahora me encuentro digo a cada una: “El Señor te bendiga y te proteja”. También rezo por ti que ahora mismo estás leyendo esta página: te deseo que Dios te bendiga y te proteja.

Tomo consciencia de esto que acabo de decir: “El Señor te bendiga y te proteja”. Recuerdo que el verbo bendecir pertenece al campo semántico de la creación. El verbo hebreo “barak” es el que se suele traducir como tal. Aparece por primera vez en el momento en que Dios crea al hombre y a la mujer: “y los bendijo Dios diciendo…”. Caigo en la cuenta de que somos bendecidos para que nuestra vida sea fecunda, para que dé los frutos esperados por nosotros y deseados por Dios.

Por lo tanto, a ti que vienes a mi recuerdo, esto es, a mi corazón, te deseo que tu vida dé fruto, que lo estéril desaparezca de ti para que brote la vida, que de lo que pretende secarse en tu alma brote una ramita de esperanza, que la vida se sobreponga al caos de la muerte. Camina con la confianza de que a lo largo del nuevo año tu vida tendrá éxito.

Pero no solo te deseo la bendición de Dios, también imploro su protección sobre ti: que Dios te guarde y proteja a lo largo de este nuevo año; que el Señor esté contigo en todo momento; que te sientas acompañado(a) en tu vida cotidiana. Te deseo que Dios sea como un paraguas que a donde quiera que vayas te esté cubriendo de la inclemencia del tiempo, de la amenaza de la tormenta, de lo abrasante del sol.

Al desearte que Dios te guarde, lo que quiero es que Dios sea para ti como un guardián. Te deseo esto y viene a mi memoria el salmo que dice “el Señor sea mi guardián, día y noche”. En este momento quiero que lo sea para ti, y de modo especial en tus situaciones apuradas. Que Dios esté contigo cuando más lo necesites. Cuando el sol te esté quemando o cuando la tempestad quiera arrasar tu vida.

La bendición y protección de Dios se expresa en la mirada fija de él hacia ti: “ilumine su rostro sobre ti”, dice la oración. Esta alusión al rostro luminoso de Dios es una invitación a que confíes en que su mirada te transmite la fuerza que necesitas para emprender el camino, a la vez que ilumina tus pasos.

Al desearte que “Dios te conceda su favor” estoy insinuando la implicación activa de Dios en todos los momentos de tu vida, especialmente en aquellos que sean más apremiantes para ti. El don de la paz es la garantía de todo ello: “El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

La paz (Shalom) es el mejor regalo que se le puede dar a una persona. Yo te la deseo a ti en este día y para todo este año. Ojalá vivas en paz a lo largo del mismo. En la paz están contenidos todos los bienes salvíficos: la buena salud, la seguridad, el bienestar, paz interior y exterior, prosperidad material y espiritual; tanto a nivel individual como familiar. Todos ellos, dones que no puedes darte a ti mismo. Por eso necesitas que sea el mismo Dios quien te los conceda. Quiero que todo lo bueno te suceda durante este año. Siéntete bendecido y comienza tu año en paz. ¡Que Dios te bendiga y te proteja!

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