P. Francisco Antonio Jiménez R. (P. Cualo)

¿En qué se puede medir la vida de un ser humano?  ¿Cuál sería la medida más precisa para hacerlo? ¿Cómo saber en dónde se encuentra la grandeza de un ser humano?  ¿Quién conduce nuestra vida? ¿Somos resultado de un devenir histórico o conducción de la misericordia divina?

Todas estas preguntas se nos hacen difícil de contestar puesto que cada ser humano es único y original. Pero esta vez quiero darle respuesta a través de la vida de mi Papá, Hilario Jiménez (Yayo), padre de  9 hijos, quien pasó a la casa del Padre, el 11 abril de 2022.  En él puedo descubrir algunos hechos que nos muestran cómo el Señor se vale de los pequeños para confundir a los poderosos.

Se casa un 18 de julio del 1959 con Doña Juana (nuestra madre) y desde ese momento quiso estar detrás de un mostrador haciendo lo mismo: vendiendo arroz, habichuelas y plátanos, y desde el silencio quitándole el hambre a muchas personas que sólo el Señor sabe. Así nos educó y desde sus principios particulares como negociante nos fue inculcando el amor al trabajo. Nunca nos dió nada, que no implicara el esfuerzo propio. Cuando le pedía algo siempre nos decía que debíamos ganárnoslo trabajando. Así nos enseñó a ser panaderos, canillitas, limpiabotas, pelar pollos, hacer mabí, a vender papas en una camioneta, a trabajar de ayudantes en una guagüita voladora, a hacer helados en palitos, a vender guineos en el Barrio de Los Gringos. Y cuando alguien le preguntaba que si no le daba vergüenza, que sus hijos fueran panaderos o limpiabotas, pudiendo el darnos lo que necesitábamos, simplemente le contestaba: “me diera vergüenza si me dijeran que mis hijos están presos porque estaban junto a banda de malhechores o porque los tomaron presos por ladrones.

Así nos educó y hoy estamos muy agradecidos de él, porque en ninguno de nosotros se anida el deseo de la vida fácil y las tendencias corruptelas en nuestros lugares de trabajo.

Buscando mejor vida para sus hijos emigró a Estados Unidos, en donde se le ofrecía todo de manera fácil, rápida y sin mayor esfuerzo. Les propusieron muchas veces que se llevara sus hijos y que así podían alcanzar posesiones económicas. Pero su decisión fue la de optar por la familia y regresar al país para propiciarle una buena educación.

Esto lo lleva a emigrar para Bonao, precisamente para educar a sus hijos con lo que él sabía que era ser “pulpero”. Creo que esta palabra es más atinada que “negociante”. Su pulpería era el centro para que muchas personas que no tenían dinero para comprar pudieran llevarse su comida a su casa, con un simplemente decir “Yayo anótemelo en su cuadernito que yo más luego se lo pago”.

Llegamos a Bonao en noviembre del año 1972. Al mismo lugar donde hoy vivimos. Aquí nos educó en un ambiente muy diferente al vivido en el campo de El Laurel. Aquí nos enseñó a respetar a los vecinos, a portarnos bien en la escuela, a los sábados asistir al catecismo y los domingos a ir a misa.

Así nos educó: valorando a las personas más que el dinero, respetando a los demás por encima de las ofensas y siempre hacer el bien, aunque muchas veces no seamos correspondidos.

Pero papá no se instaló simplemente en su negocio. Trató de hacer algo por los demás. Le preocupaba mucho la situación del Barrio Prosperidad. Así inició por los años 1975-77 junto a sus hermanos cursillistas (Manolo, Pasón y Luis) una asociación que le pusieron por nombre “Asociación Pro mejoramiento Barrio Prosperidad.¨ Con esto lograron adquirir un terreno para un centro comunal.

Más tarde, el mismo cede un local que había comprado al lado de nuestra casa, para que los niños puedan ser catequizados y se puedan realizar reuniones de los clubes culturales que en ese momento estaban surgiendo en el Barrio. Esta fue la semilla que hizo germinar en el año 1979 lo que hoy se llama Morada de Jesús, grupo que ha trabajado por más de 40 años sirviéndole al Barrio Prosperidad y a la Iglesia, por medio de diferentes acciones comunitarias, como son “semanas comunales” (operativos médicos, ventas populares, evangelización casa por casa, una noche con el Barrio, etc) junta de Vecinos, el Centro Morada San Jorge, el Centro de enseñanza Morada-San Jorge.

Su preocupación por la sociedad no se quedó simplemente en nuestro Barrio: Fue uno de los fundadores de la Asociación de Detallistas de Bonao. Hoy una gran institución en nuestro pueblo. Fue uno de los grandes promotores del gremio, cuando el Padre Vargas lo fundó para ayudar a la familia que perdían un ser querido. Recuerdo que un día le dije que para qué lo hacía, porque yo no deseaba que esa ayuda llegue un día a mi casa. Lo único que me contestó fue que también el mismo pensaba lo mismo, pero que solo le pedía a Dios que le diera muchos años para seguir ayudando a otros, aunque él no reciba nunca esa ayuda. Y le damos gracias a Dios que así sea. Fue un gran defensor de los sacerdotes. Se convirtió en Celador de la Obra Diocesana de las Vocaciones Sacerdotales, formando un coro de socios con sus propios hijos y con sus amistades. Hoy nosotros queremos seguir su legado.

Hoy nos sentimos agradecidos de nuestro padre. 62 años casados con Mamá y nunca lo vimos peleando y ni siquiera ofendiéndola. Incluso en los últimos días de su vida a la única que les daba besos y sus mordiditas era a la única novia que tuvo en su vida que fue a nuestra madre. Gracias Mamá por enseñarnos con su vida el don de la perseverancia y la fidelidad. Nunca te despegaste de Papá durante su enfermedad.

Su gran amor era su familia. Con nosotros lloraba cuando presentía que algo no andaba bien. Nos hablaba con sus miradas y nos corregía con su silencio. Sólo hizo un tercer curso de la primaria y sin embargo nos daba cátedra de lo que significa ser persona educada y disciplinada.  Muy pocas veces en su vida tomó el micrófono para hablar o para exponer sus pensamientos, pero con su vida nos enseñó lo que significa los valores de la responsabilidad, la honestidad, el amor al prójimo, la sencillez y la humildad. Pero sobre todo el gran valor de la fe, la confianza en la misericordia divina y el amor especial a la Virgen Maria.  

Por último, Papá no fue un teólogo profesional. Ni siquiera ocupó puesto en la Iglesia. Solo en su juventud fue catequista (y algunos dicen que lo hizo porque el centro de catequesis estaba ubicado en la casa de mis abuelos maternos y muchos decían que fue su forma para conquistar a Mamá, ya que era el “nidal” de la casa y la consentida de sus padres). Sin embargo, nadie nos ha enseñado más teología que él, puesto que nos enseñó una teología que nace desde lo más profundo del corazón, es decir, desde la pequeñez, desde lo escondido y desde lo más profundo de nuestro ser. Nos enseñó con su vida que sólo dos cosas hacer a un ser humano grande: su amor a Dios y a los hermanos. Nos enseñó que el matrimonio es lo más sagrado que hizo Dios y que la vocación al sacerdocio es un regalo del cielo que ningún ser humano se merece.

Por eso estamos muy agradecidos de Dios por darnos un ser tan especial, un esposo lleno de amor para su única novia que tuvo en la tierra y un padre que se dedicó con alma vida y corazón a sus hijos. Hoy damos testimonio que papá tuvo tres grandes amores en esta tierra: el amor a Dios y a la Virgen sobre todas las cosas, el amor a su esposa y sus hijos con todo su corazón y el amor a la Iglesia, vivido y practicado desde el movimiento de cursillo de cristiandad.

Ahora solo nos queda como familia seguir sus huellas porque queremos un día reunirnos con él y seguir disfrutando de su sonrisa, de su mirada profunda y de esa paz interior que llenaba todo su ser.

Hoy entregamos como recuerdo de su última misa de su novenario dos armas poderosas que tenía papá para poder vivir de pie ante las tempestades en este mundo: El Santo Rosario, donde un día nos confesó que desde se casó con Mamá nunca se acostaron sin rezar el rosario y nunca se levantaron sin haber rezado el ángelus y el amor a la Eucaristía. Nos enseñó a visitar en santísimo de manera frecuente.  

Hoy damos testimonio que el amor a Dios presente y real en la Eucaristía y el amor a la Virgen por medio del rezo del Santo Rosario, son la fuente de toda bendición, de toda perseverancia y la mayor fuente de felicidad para la vida personal, matrimonial, familiar y sacerdotal.

Gracias papá. Tu estarás siempre en nuestras vidas y aunque no estés en los altares de la Iglesia, te aseguramos que estarás por siempre en el altar más bello donde habita Dios, que es el altar de nuestros corazones.

Te amaremos por siempre, Papá.

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