Vacunarse Un deber ético y cristiano

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Casi estamos a un año de conmemorar el comienzo de esta pandemia que ha puesto en zozobra nuestras vidas, que ha cambiado nuestro estilo de vivir a todos los niveles, incluso en el de la vivencia comunitaria de nuestra fe, pero gracias a la ciencia y al ingenio del hombre, en menos del año ya tenemos una vacuna, y en nuestro país esperamos su pronta llegada.

En medio de esta pandemia hemos pedido muchas veces a Dios el cese de la misma, y creo que Dios ha escuchado nuestra súplica a través del descubrimiento y la puesta en marcha de la vacuna, pues mu­chos creen en ese Dios mágico de películas y literatura, hacedor de las cosas en un “tris”, o con unas fórmulas mágicas, y no es así, las mediaciones de Dios somos nosotros. él se hace presente a través de nuestras acciones. él trabaja con nosotros. Somos sus mensaje­ros y hacedores del bienestar que él quiere para todos.

La ciencia, realizadora de las acciones más nobles del hombre, es mano de Dios para nosotros los creyentes, es Dios actuando a través de su criatura, el ser humano, a quien dio la creación, el mundo, para que lo dominase y a través de los descubrimientos científicos y la tecnología el hombre lo va haciendo. Este conoci­miento con el paso de los años se va perfeccionando cada vez más, pues muchas cosas que duraban años para ser obteni­das, ahora pueden darse en poco tiempo, como la vacuna contra el covid-19.

El haber llegado a la vacuna hay que verlo como una gracia de Dios para prevenir y parar la expansión de este te­rrible mal, el cual ha hecho que muchas vidas valiosas se hayan perdido y que la incertidumbre acompañe la existencia de los hombres y mujeres de todo el planeta.

Tras la vacunación espera­mos la llegada de un tiempo kairológico, es decir, de pre­sencia de Dios a través de ese volver a la normalidad, en el sentido de lo propio y realiza­dor, que puede y debe de hacer el ser humano por deseo y de­signio de su creador.

Lamentablemente hay mu­chos mensajes ingenuos y has­ta tontos y estúpidos, contra la vacuna, incluso, desde círculos y personajes importantes del mundo de la fe, y claro está, hay mucha gente también ingenua, aunque tengan títulos universitarios, que se creen todo eso que atiborran nuestras redes sociales y pueden tristemente obstaculizar la rea­lización de la vacunación ­general. Incluso, medios de comunicación, sobre todo escritos, aúpan los inconvenientes que en algunos casos, muy lógico, pueden afrontar los vacunados y la vacuna en sí.

Recientemente el Papa Francisco, que se vacunó, se­ñalaba que es un deber ético el vacunarse, pues lo ético tiene que ver con la consecución del bien para la comunidad y el ser humano, y ahora hay un bien en peligro que es la salud, y por lo tanto hay que procurarlo y el medio a disposición es esta vacuna que nos ha llegado; pero vamos más lejos, el ser cristiano significa pasar por este mundo como Cristo procurando y haciendo el bien a los demás, lo que entonces para nosotros los creyentes tiene una connotación mayor, que rebasa el mundo ético.

Tenemos que procurar que nuestros hermanos no se en­fermen, que estén sanos, que no se contagien y la forma de hacerlo en esta situación es vacunándonos, para que el coronavirus no se siga propagando.

Si el Señor ha escuchado nuestros ruegos por el cese de la pandemia, y el medio es la vacuna, pues tenemos el deber ético y cristiano de hacer todo lo posible para que el milagro de Dios, a través de la ciencia de los hombres, llegue a todos y se haga presente en nuestro mundo.

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