Segunda y última parte

Por: Reynaldo R. Espinal

rr.espinal@ce.pucmm.edu.do

Continuaba la memorable carta de Monseñor Nouel al Ministro Russell en los siguientes términos:

“El pueblo ha soportado por espacio de tres años una censura para la prensa, no solamente humillante y despectiva, sino también ridícula y pueril. Yo recuerdo haber visto un artículo científico observado por un censor, con su sello y firma, prohibiendo su publicación porque el autor de dicho artículo decía: “Kant, el gran pensador alemán, padre de la filosofía moderna, no puede considerarse inferior a Aristóteles ni a Platón, etc.”

La guerra había estallado ya contra Alemania y aquel infeliz censor creyó tal vez que el elogio tributado al gran filósofo alemán podría causar la derrota de los ejércitos aliados.

Un sacerdote español, de conducta ejemplar, que desempeñaba la cura de almas en Sánchez, fue reducido a prisión, incomunicado y encerrado en Samaná en inmundo calabozo, en donde permaneció cerca de seis meses, por el solo hecho de haber elogiado en una discusión de sobremesa, en el hotel donde se hospedaba, y mucho antes de entrar los Estados Unidos, en la guerra el valor y la organización del ejército alemán.

El pueblo dominicano es verdad que en sus conmociones políticas presenció más de una vez injustas persecuciones, atropellos a los derechos individuales, sumarios, fusilamientos, etc….; pero jamás supo del tormento del agua, de la cremación de mujeres y niños, del tortor de la soga, de la caza de hombres en las sabanas como si fueran animales salvajes, ni del arrastro de un anciano septuagenario a la cola de un caballo a plena luz meridiana en la plaza de Hato Mayor.

Nosotros, no lo niego, conocíamos el fraude en los negocios y el robo al detalle de los fondos públicos; pero con la ayuda y las lecciones de varios extranjeros, nos perfeccionamos en el arte del engaño y en las dilapidaciones al por mayor.

Un Cónsul americano, allá por el año 1887, nos enseñó a cargar barcos de leña inservible como si fuera cargamento de buena caoba los cuales se perdían en nuestro puerto sin que la más ligera brisa encrespara las aguas del Mar Caribe.

La gavillerìa entre nosotros era planta exótica; ella ha sido implantada últimamente y patrocinada en varias ocasiones por algunos extranjeros que prosperaban más fácilmente en sus negocios con nuestro antiguo régimen criollo.

La Guardia Nacional no ha tenido todavía ni buena selección ni una dirección adecuada. Esa Institución, única garantía de la sociedad, debiera ser comandada por hombres de mayor altura.

Afortunadamente los jefes superiores del Gobierno Militar, se esfuerzan en rectificar errores y en impedir que se repitan los horrores pasados. He conocido muchos oficiales y empleados americanos que por su corrección e ilustración honran a su país. Pero Usted comprenderá que en la imaginación del pueblo perduran por más tiempo los efectos de una injusticia y de un atropello que las consecuencias de mil acciones buenas ajustadas a la ley.

Yo no dudo que si se estudian bien los tres memoriales que la junta consultiva ha presentado al Gobierno Militar; si el Gobierno americano, saca a este pueblo de la incertidumbre en que vive acerca de sus futuros destinos y le habla con toda claridad acerca de sus presentes condiciones, si logra mantener dentro de los límites racionales las aspiraciones del Capital y se moderan los apetitos injustos de especuladores sin escrúpulos ni conciencia y se le convence de que sus sacrificios y heroísmos sufridos hace 75 años por obtener su libertad y el derecho de gobernarse independientemente, como lo obtuvo entonces de todas las naciones civilizadas del mundo, no serán infructuosas, ese pueblo llegara a ser un amigo sincero y agradecido del gran pueblo de Lincoln y de Washington

ADOLFO A. NOUEL

Arzobispo de Santo Domingo

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