Todo un Programa de Pastoral

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“Conviér­tanse porque está cerca el Reino de los cielos”.

Se suele decir que cuando la noche se pone más oscura está más pronta la luz del nuevo día. Así podría sintetizar el mensaje que nos trae tanto la primera lectura como el Evangelio que se nos proponen para este día. De hecho, en el Evangelio, Mateo trae una cita del profeta Isaías que forma parte de la primera lectura: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.

Se refieren, tanto el evangelista como el profeta, a la porción norte del territorio Galileo que el ­patriarca Jacob dio en herencia a dos de sus hijos, Neftalí y Za­bu­lón. El profeta alude a la oscura situación a la que este territorio se ve expuesto ante la inminente invasión del imperio asirio, en el año 722 a.C. Fue esta una región históricamente marginada en el conjunto de la nación israelita. Allí precisamente iniciará Jesús su misión, según nos lo narra el Evangelio de este día.

Si la oscuridad siempre ha sido símbolo del mal, el caos y la confusión; la luz lo es del bien y la belleza. Día y noche son dos categorías temporales que recogen esta misma idea. Jesús con su mensaje aparece ante aquella re­gión marginada, a la que no llega “la luz” que envuelve el territorio de Judea y la ciudad de Jerusalén, como un faro que los guía por caminos de vida nueva.

El mensaje que transmite Jesús es recogido por el evangelista en muy pocas palabras: “Conviér­tanse porque está cerca el Reino de los cielos”. Estas nueve palabras son una llamada y un anuncio. La llamada: “conviértanse”. Esto es, cambien su manera de pensar la vida. La razón de esta exigencia nos la da el anuncio: algo muy bueno está por comenzar. Los que andan en oscuridad tendrán la oportunidad de cambiar de rumbo cuando acojan la luz que encarna la persona de Jesús y su mensaje. Solo cuando Dios reina en la vida de la persona esta camina en la luz.

Aparece aquí lo básico de la misión de Jesús: hacer presente el Reino de Dios. Lo hace a través de tres medios fundamentales: la predicación (palabras), las accio­nes sanadoras (curaciones, exorcismos) y un gesto simbólico (la constitución de los Doce). Estos tres elementos aparecen claramente en el Evangelio que se lee este domingo.

Como contrapunto de la llamada a la conversión (“conviértanse”) aparece la llamada al seguimiento (“vengan y síganme, y les haré pescadores de hombres”). Invita a los Doce a un cambio no solo en la manera de pensar la vida (que podría quedarse únicamente en la reflexión), sino en el rumbo que le dan a la misma. Es evidente que aquí subyace la comprensión hebrea de la conversión en cuanto cambio de ruta (teshu­bá).

La conversión tiene su razón de ser en cuanto que está orientada al seguimiento de Jesús. Los que son invitados a seguirle son los mismos para quienes Él aparece como luz e invita a un cambio de ruta y mentalidad.

En resumidas cuentas, con el Evangelio de este día se nos quiere decir en primer lugar que Jesús es la luz para aquellos pueblos cuyos habitantes han permanecido su­mergidos en la oscuridad­ ­(corres­ponde al dónde y al quiénes de su misión); en segundo lugar, nos quiere dejar claro cuál es el contenido principal de su misión; y, finalmente, las formas (medios) básicas de transmitir su mensaje. Todo un programa de pastoral.

 

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