Su vida es una lección

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Los que luchan por la vida dejan huellas de amor y compromiso para siempre. Es el ejemplo que nos deja Monseñor Arnulfo Romero, quien este 24 de marzo cumple 39 años de que nos dejó físicamente, pero su obra y pensamiento se ­agigantan con el tiempo.

Los que lo asesinaron, mientras él celebraba la misa en la Capilla Divina Providencia, de San Salva­dor, pensaron que quitándole la vida frenarían el ansia de libertad y justicia  que anhelaba su pueblo en esos años violentos que vivió ese hermano pueblo centroamericano.

Parece que olvidaron lo que con voz profética pro­clamaba: A mí me pueden matar, pero la voz del pue­blo nadie la podrá acallar, o la otra expresión: Y si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño.

En Monseñor Romero los cristianos encontramos la valentía y el coraje para no permanecer indiferentes frente a los signos de muerte que padece la sociedad actual. Su vida nos invita a la renuncia permanente a la comodidad y la rutina que aniquilan las energías necesarias para luchar por un mundo en donde el egoísmo, el afán de lucro y la violación de los derechos humanos en todas las esferas lo veamos como algo normal.

Pidamos a San Oscar Romero que interceda ante el Padre Eterno para que nos conceda la gracia de pasar por el mundo haciendo  el bien, y digamos con él: “Este es mi pensamiento fundamental de mi predicación: Nada me importa tanto como la vida huma­na…”  “Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger.”

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