Sólo escuchar es acoger

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Sólo escuchar es acoger

– “¿Cuál es para usted, la principal cualidad que debe tener el gerente de una empresa?”

Hacía tiempo que estaba por ha­cerle esta pregunta a L.T. El es uno de los gerentes más sobresalientes que he conocido en el campo empresarial. Sus condiciones de líder son verdaderamente excepcionales, y, como persona, merece toda mi admi­ración y aprecio.

Me gustó que su contestación no viniera de inmediato. Sólo después de pensar unos minutos, dijo:

– “QUE SEPA ESCUCHAR”.

Me sorprendió esta respuesta. Francamente, viniendo de un alto ejecutivo de renombrado éxito, tanto nacional como internacional, estaba esperando un concepto más ortodoxo, o quizás más sofisticado.

Su explicación, sin embargo, me satisfizo plenamente, y salí de allí absolutamente convencido de que él estaba en lo cierto.

Me acordé de otro triunfador excepcional que conocí. Este otro se destacó principalmente en el campo familiar y social. Poco después de que celebrara sus bodas de oro en medio del afecto de su familia y amigos, le hice una pregunta parecida:

– “¿Cuál cree usted que sea la clave de un matrimonio y de una familia feliz?”

– “La clave es comunicación”, – me contestó. Y añadió: “Y para que haya comunicación, lo esencial es aprender a ESCUCHAR…”

Extrañamente, dos destacados ­triunfadores, uno en el campo empresarial, y otro en el familiar y social, señalan la misma razón como condición especial del éxito: saber ES­CUCHAR.

Pero hay más. El archifamoso y sabio Rey Salomón, cuando Dios le dijo: “Pídeme lo que quie­ras”, res­pondió: “DAME UN CO­RAZÓN QUE ESCUCHE…” (1 Reyes 3,9).

En el evangelio de este domingo, aparece algo inusual. Fue la ocasión en que una mujer llamada Marta le llamó la atención a Dios.

Ella estaba muy atareada haciendo lo necesario para dar una buena aco­gida al Señor, quien había ido a visitarla a su casa. Y mientras se afa­naba preparando la comida, la habita­ción y todo lo demás, su hermana Ma­ría estaba sentada escuchando al Señor.

Marta le llamó la atención: – “Señor, ¿no te importa que María me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!”

Pero el Señor le dijo a Marta que María estaba haciendo una cosa más importante que ella: estaba escuchándolo a Él. Sí sólo escuchar es acoger; sólo escuchar es siempre amar.

Empresas prósperas y familias felices se caracterizan porque allí hay personas que hacen posible una co­mu­nicación auténtica porque escu­chan.

. Puedo oír claramente a cientos de empleados, esposos, esposas, hijos y padres que conozco, diciéndoles a sus jefes, esposas, esposos, padres e hijos: “Todas las demás cosas son im­portantes, pero ésta es la única NE­CESARIA”; ¡ESCÚCHAME! (Lu­cas 10, 42).

 

LA PREGUNTA DE HOY

 

¿Puedo escuchar a Dios…?

 

¡Claro que sí! Para eso hay que aprender a tener todos los días du­rante un rato, a veces corto, a veces largo, la mente tranquila y callada y el corazón abierto y atento.

Teresita de Lisieux aseguró: “Tú te has dignado a bajarte hasta mí e instruirme suavemente en los secretos de tu amor”.

Sólo hay que aprender a callarse y disponerse a escuchar. Poco a poco, día por día, aprenderá a escuchar esa voz suave, sabia y amiga que lo conducirá “hacia fuentes tranquilas”.

 

Luis García Dubús (1930-2019)

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