Santidad y sentido Hostos, La Altagracia, Duarte y Don Bosco

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Las Pascuas de Na­vidad las celebramos del 25 de diciembre hasta el Bautismo de Jesús, que este año cayó el 13 de enero. En esos días ­celebramos fiestas grandes. Pensemos en Santa María madre de Dios, Epifanía, la Sagrada Familia, el Bautismo del Señor; santos  como san Esteban y san Juan, Tomás Bec­ket, san Silvestre y los Santos Inocentes.

Pero del Bautismo del Señor y por el mes de enero tenemos otras fiestas que nos traen santidad y sentido. Nada más y nada me­nos, ten­gamos presente y pensemos. Hostos el 11 de enero que celebramos 180 aniversarios de su na­cimiento. La Alta­gra­cia, la devoción y la identidad del pueblo dominicano.

El 26 es Duarte, grande de América y sentido de la identidad de nuestro pueblo. 31, san Juan Bosco, hombre de Iglesia y de los obreros pobres. Nos vamos a adentrar en el sentido de esas fiestas que pueden parecer contradictorias pero que son en sí una unidad de santidad y sentido.

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El 31 es Don Bosco. Vivió en la segunda parte del siglo XIX y tuvo que en­frentar el acoso de la Iglesia por las tendencias liberales y masónicas de esos años y también los cambios sociales y económicos del Norte de Italia, pero tuvo el acierto de mantenerse fiel a la Iglesia, al papa Pio IX, mantener relaciones con el líder an­ticle­rical de Italia Cavour, y a la vez responder a las necesidades pastorales y sociales de su país, de su región, el norte de Italia, y crear oratorios de recreo y escuelas técnicas para los jóvenes, en especial campesinos despla­zados, que se hacinaban en los barrios obreros de las ciudades. Fundó una sociedad de religiosos, hombres y mu­jeres, trabajadores por el Reino, esparcidos por el mun­do, los salesianos.

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Juan Pablo Duarte se celebra el 26. No hay como él en América. Santo Do­mingo no era La Habana de Martí ni la Caracas de Bolí­var. Ciudades ricas, abiertas al contacto exterior, confron­tadas por las ideas revolucio­narias de la época. En las calles de la ciudad se cha­po­teaba fango y boñiga de caballos. Trascendió esas limitaciones y supo ser do­minicano sin menospreciar a los haitianos, ser republicano sin dejar de ser católico, ser católico sin supeditarse a España y ser demo­crático. Menospreciado por muchos dominicanos mantuvo su identidad y ya en sus años viejos nos conservó la frase” … si he vuelto a mi Patria después de tantos años de ausencia ha sido para vivirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominica­nos…”

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El 11, que ya pasó, celebramos a Eugenio María de Hostos. El Maestro. Hostos y Santo Domingo se encontraron en 1875, en 1879 y luego en 1900. Fueron uno para el otro. Fue adversado por muchos, entre ellos eclesiásticos que lo consideraron un abanderado de los sin-Dios, y admirado por tantos. Es verdad que buscaba la re­forma del  catolicismo al presentar estos cinco puntos: 1) La supresión del poder temporal del papado. 2) La separación Iglesia-Estado. 3) La escuela laica. 4) Resolver por medio del derecho común el problema del celibato de los sacerdotes. 5) Abando­nado el poder espiritual, el jefe de la Iglesia católica asumiría el  poder espiritual de su pueblo que favorecería las reformas que pondrían al catolicismo al nivel de la civilización y prepararían un orden moral no impuesto. De esta manera no se aniquilarían, aunque se pudieran, los millones de católicos existentes, sino que se crearía  una religión activa y progresiva  supe­rior en mo­ralidad pública y privada como la protestante. Esta sería la adveniente edad de oro del catolicismo. Pero ad­judicaba al sacerdote una mi­sión …

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Y el 21, ¿quien?, La Alta­gracia. Tuteada como Tatica, criticada como la fuente de totalitarismo y externalidad del pueblo, es reve­renciada como la Madre de Dios, como se definió en el temprano concilio de Éfeso, en el año 431. Ella se inserta en la conciencia social del pue­blo dominicano y lo acompaña en sus luchas y triste­zas, triunfos y alegría. Lo identifica en Higüey y en cualquier parte del mundo donde vive y afana un grupo de dominicanos, se pide en­tro­nizar un cuadro de Duarte y uno de La Altagracia. Es la madre.

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