Por: José Jordi Veras Rodríguez

Hace poco vimos como una campaña interesante se ponía en camino, por los integrantes de una dirección de Instagram, nos referimos a Somos Pueblo, en contra del desorden que hoy tiene la República Dominicana, con los motores y su forma de conducir y la preocupación del cómo se ha incrementado este problema cada momento que pasa. La misma ha consistido en hacer un llamado a la población mayoritaria para que exija a las autoridades que cumplan su labor frente a este tema.   Y a raíz del llamado que se hizo viral y continuo, se ha visto a los agentes de la Digesett, más activos en contra de los que andan violando la ley de forma burda.

Cada vez más son mayores las inventivas que tienen la gran parte de los que transitan utilizando este tipo de transporte, se han convertido en una verdadera locura y ya no sabe el que conduce como el transeúnte por dónde le saldrán, como bien pueden venir en vía contraria como por la acera, hasta se les ha visto encima de los puentes peatonales, esto último, resulta algo inconcebible, pero que es real. 

Para que se tenga una idea de qué manera se ha ido distorsionando el parque vehicular y cómo ha crecido de forma exponencial y alarmante.

Según datos de la Gerencia de Estudios y Tributarios de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), establece que la última vez que los vehículos de motor superaron los de dos ruedas, fue en al año 1999, y que con la entrada del nuevo milenio, nos llegó esa “pandemia”, porque para esa época, tan pronto entró el nuevo milenio, con la llegada del año 2000, las motocicletas alcanzaron el primer puesto tras alcanzar 504,307 unidades (39%), para un aumento de 123,284 motores en comparación al 1999, de un parque vehicular que sumaba 1,294,998 vehículos: 200 mil más que el año anterior. Al que pasó desapercibido porque no se vio lo que nos llegaba.

Según datos de la misma dependencia, se entiende que: “Ya para el 2007, había más de un millón de motores en el territorio nacional, casi la mitad de todas las unidades que constituían en ese entonces el parque vehicular, que cerró con 2,234,307, de los cuales solo el 27% eran automóviles, según la DGII”. “Ocho años después, en el 2016, las motocicletas se dispararon a más de dos millones de unidades, representando un 54% del parque automotor, que ya había alcanzado un total de 3,854,038 unidades”.  Esto, a la fecha actual, no ha sido diferente. 

Pero la preocupación no está solo en el crecimiento acelerado de las unidades de motores, sino los accidentes que provocan y se producen, y sin desmedro, del caos que han convertido las grandes ciudades. En 2022 las cifras de fallecidos cerraron en 2,921. De esa cantidad, 1671 —poco más de la mitad—, fueron por accidentes en motores.

Si no somos capaces de ponerle un freno, iniciando ahora, y tomando como referencia la campaña mencionada más arriba, el caos será mucho peor.  Ahora parece imposible, pero el primer paso debe ser dado por establecer reglas. Sino, habrá que vociferar: “Sálvese quien pueda en esta jungla”.