Uno no sabe si un día va a morir de tristeza
al observar la confianza de pura sangre manchada.
Uno no sabe si va a morir de rabia
después de ver la mano homicida
pedir clemencia por su propia vida,
mostrando un grado tal de cobardía que deja
ver las astillas sueltas de su propio esqueleto.
Uno no sabe. Sí, no sabe por qué un hombre
bueno, decente, que va y lima asperezas con los propios
que le cuidan y protegen para dejar entrar
en su intimidad al “amigo”, muere eliminado,
muriendo con él el valor de la amistad confiada.


Uno no sabe cuándo tocará en propia puerta
la locura revestida de “amigo” poseído,
cuya alma, por un instante, pesa menos
que el plomo en el que se apoya.
Uno no sabe y como no sabe medita
y ve como el mundo se vuelve triste, inseguro,
por momentos gris para la alegría
y sombrío para la esperanza.


Uno no sabe. Pero si sabe, que un hombre bueno
ha partido y nos deja a todos
ese sentido de incapacidad
de haber levantado las manos y detener
la hazaña que nos lo arrebató a destiempo.
Uno dice que no sabe, pero sí sabe
que un hombre solo no reconstruirá los montes,
ni los ríos, ni devolverá la naturaleza ida
y tanta vida cercenada.


Uno dice que no sabe, pero sí sabe
que si cada uno no da un paso al frente,
seguirán las hachas y las balas cortando
la sabia a destajo, la sabia de los montes
y la sabia de la vida de los hombres.


¿Sabe?
Uno dice que no sabe, pero sí sabe
que hay vivos que son muertos, adefesios,
sombras de humanidad y vergüenza,
Pero hay también, muertos que resumen vida,
valor por lo correcto y esperanza.
Uno sí sabe, aunque piense lo contrario.


Descansa en paz Orlando

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