Recordando al Padre Fantino en el 80 aniversario de su muerte

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TERCERA PARTE

 

El 13 marzo de 1900 llega el Padre Fantino a Santo Domingo, procedente de San Pedro de Maco­rís, acogiendo la invitación que le hiciera Monseñor Meriño. Inmedia­tamente es designado Director y Prefecto del Seminario Santo Tomás de Aquino, así como de la escuela preparatoria para seglares, anexa al Seminario.

En abril de 1901 también le fue­ron encomendados los servicios religiosos de la Iglesia del Rosario (antiguo Convento de los Domini­cos), así como la capellanía de San Andrés. Fue un promotor incansa­ble de la devoción a San Antonio de Padua, asociando a la misma la distribución, todos los martes después de la celebración eucarística, del “pan de los pobres” que se distri­buía al igual que otras provisiones a muchos necesitados en las diferen­tes parroquias de Santo Domingo.

Efímera, no obstante, fue la esta­día del Padre Fantino en Santo Do­mingo. El 15 de febrero de 1903 le designa Monseñor Meriño para ha­cerse cargo de la Parroquia San Fernando, de Montecristi, en sustitución del Padre Honorio Liz y Salcedo, trasladado a Moca.

No pocas conjeturas se suscita­ron en su día en torno al repentino traslado a la Línea Noroeste del Padre Fantino en momentos en que comenzaban a germinar los admi­rables frutos de sus grandes desvelos apostólicos.

Sugerentes, a este respecto, son las ponderaciones de Monseñor Eli­seo Pérez Sánchez, testigo privilegiado de aquellos acontecimientos: “acreditado el P. Fantino por la ad­miración de sus discípulos y fieles, su preeminencia lo hizo objeto de las conspiraciones de gratuitos enemigos; por el solo hecho de ser un sacerdote celoso de su ministerio, como consagrado maestro al servicio de la difusión de las ciencias, las letras y las artes. Sus enemigos ­triunfaron a pesar de que todos re­conocían la superioridad del abnegado varón, cuya obediencia y hu­mildad eran signo de su apostolado…” (Monseñor Felipe Gallego, Op.cit, pág. 32).

Una vez más se puso a prueba la entereza y fidelidad apostólica del Padre Fantino, aceptando en manifestación de plena obediencia el nuevo servicio que le fuera confiado. Aunque también por tiempo breve, y a pesar de las dificultades propias de un medio tan limitado como el encontrado entonces, se dedicó por entero a la educación y a la acción evangelizadora que bajo su liderazgo espiritual cobró nota­ble impulso.

En julio del mismo año escribe el Padre Fantino a Monseñor Meri­ño, exponiéndole sus dificultades de salud y haciéndole partícipe de la invitación que había recibido de muchos padres de familia de la pro­vincia de La Vega instándole a fundar allí un centro de enseñanza ins­pirado en valores cristianos.

A este respecto ha de tomarse en cuenta el fuerte predominio que en La Vega tenía la enseñanza norma­lista, de inspiración hostosiana, promotora de la escuela laica.

Ya en 1901 el Padre Nouel, a la sazón Vicario Foráneo de La Vega, exponía a Meriño la conveniencia de fundar esta obra educativa, re­firiendo el nombre del Padre Fan­tino como uno de sus recomendados para emprender la misma.

El Padre Fantino encomienda a su cercano colaborador, el Sr. Ores­tes Menicucci, la tarea de avanzar los preparativos que culminaron con su traslado a La Vega y el inicio de su fecunda misión en las pró­digas tierras del Cibao, donde que­dó grabada para siempre su im­pronta de gran evangelizador, guía espiritual y educador integral de varias generaciones, hasta convertirse, como justicieramente le deno­minara Don Emilio Rodríguez De­morizi, en el nuevo “Padre Las Casas”, de La Vega.

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