Precisamos cultivar la inteligencia espiritual

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SEGUNDA PARTE

 

Conforme plantea Francesc To­rralba en su importante libro “Inte­ligencia Espiritual”, en las personas dedicadas a su cultivo se fortalecen un conjunto de valiosas capacida­des que les hacen desarrollar una vida más plena y armoniosa consigo mismas, sus semejantes y con la trascendencia. En la presente entrega comenzaremos a esbozarlas.

1.- La búsqueda del sentido. Gracias a su inteligencia espiritual el ser humano es capaz de preguntarse por aquello que le imprime verdadero sentido a la existencia, dotándola de significado y de valor.

2.- La capacidad de realizar preguntas últimas. No son preguntas a las que es posible encontrar res­puestas acabadas, pero el sólo he­cho de plantearlas pone de ma­ni­fiesto el desarrollo espiritual de una persona. Entre estas, sin ser limitativas, podrían ubicarse las siguien­tes: ¿para qué estoy en el mundo?, ¿Qué sentido tiene mi existencia?, ¿Para qué sufrir? ¿Para qué luchar? ,¿Qué es lo que merece ser vivido?

3.- La capacidad de distancia­miento. No se trata de alejarnos físi­camente de las cosas, sino más bien la capacidad espiritual de po­der situarnos frente a ellas; adoptar la perspectiva que nos permite discer­nir el verdadero lugar que ocupa­mos en el mundo a través de la re­flexión. De este modo se puede ver más claro y hasta dónde es posible, evitar caer en la trampa de no dife­renciar adecuadamente el valor de las personas y el valor de las cosas.

4.- La autotrascendencia. Esta capacidad nos mueve a ir más allá; a transitar hacia lo desconocido. A estar disponibles y abiertos a nue­vas perspectivas que nos ayuden a crecer cada vez más. A no conten­tarnos con lo ya realizado o alcanzado permaneciendo instalados en nuestra zona de confort.

5.- La capacidad de asombro. Como afirma Torralba: “una cosa es existir. Otra, muy distinta, es darse cuenta de que uno existe… Una cosa es mirar, otra admirarse de la realidad… cuando uno se da cuenta de que existe, pudiendo no haber existido, experimenta una sorpresa y esta le conduce a amar la vida y go­zar intensamente de ella, a convertir su estar en el mundo en un pro­yecto”.

6.- El autoconocimiento. En este aspecto convergen la inteligencia personal y la espiritual. Esta capacidad nos faculta para adentrarnos en nuestros propios pensa­mientos, sentimientos y emociones, expectativas y recuerdos a fines de irnos forjando una imagen lo más adecuada y aproximada posible de lo que somos y tomar conciencia de nuestras debilidades y fortalezas.

7.- La facultad de valorar. Consiste en ser capaces de pon­derar adecuadamente nuestras decisiones. Las consecuencias positivas y nega­tivas que han podido generar en el pasado y pueden generar en el presente. Someter nuestros actos al escrutinio de la razón y el discer­nimiento.

8.- El gozo estético. El desarro­llo de esta capacidad nos faculta para deleitarnos con la belleza de la realidad, para captar lo sublime de las cosas y apreciar su simplicidad. Gozar de ellas sin pretensión de poseerlas.

9.- El sentido del misterio. Afirma Torralba a este respecto que: “el sentimiento de lo misterioso procede del sentimiento de debilidad, de nuestra insuficiencia y de la inmensidad del universo. El misterio es lo insondable, lo que va más allá de lo desconocido que se conoce mal. En sentido estricto, es lo que está oculto, lo que no se per­cibe con los sentidos ni se aclara con la razón científica”.

10.- La búsqueda de una sabi­duría. No es suficiente con alcanzar y dominar conocimientos mate­máticos y lógicos para alcanzar una existencia plena. Anhelamos alcanzar una visión global de la vida y saber orientarnos en ella. No es lo mismo tener conocimientos que alcanzar sabiduría.

11.- El sentido de pertenencia al todo. “El desarrollo de la inteli­gencia espiritual faculta para tomar consciencia de la íntima relación de todo con todo, de la profunda y subterránea interconexión entre los seres del cosmos”. De este modo podemos ir más allá de nuestra per­tenencia inmediata y captarnos como parte del gran Todo.

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