Por Haití o la preocupación haitiana

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Continuando en la conversación con Harold Pierre, tras un café y una pausa. Tiempo para pensar en la formulación de la pregunta pero aún más en la respuesta. Dicen que no hay preguntas im­prudentes, sino respuestas. Pero en nuestro caso el tema no es la prudencia-imprudencia, sino el esfuerzo por airear la situación de Haití, las relaciones dominico-haitianas y los migrantes hai­tianos en la Republica Dominicana. Y al grano.

 

¿Y qué piensa y propone NAPSA en cuanto a las relaciones con la República Dominicana? Nos parece un tema central. El mejoramiento de las relaciones, no solo a nivel gubernamental, sino de pueblo, la su­peración de los prejui­cios recíprocos entre dominicanos y haitianos, de ambos países, son un paso básico a tener presente para ordenar las buenas relaciones. Sé que usted como economista critica las altas tasas im­positivas aduanales. Pero también está la posición de Jean Price Mars, el gran pensa­dor haitiano, que afir­maba que los dominicanos se creen supe­riores, blancos, espa­ñoles y no reconocen sus también raíces ne­gras. Y los sentimientos llamados “nacio­nalistas”, “soberanis­tas” de hoy día que definen la presencia haitiana en el país no como una migración sino como invasión. Hay que hacer un es­fuerzo para desmon­tar las acusaciones de “fusión” entre ambos países.

 

Este es un tema central, muy central. Mejorar las relaciones entre Haití y República Dominicana pasa por tres dimensiones: la historia, la cultura y la economía. La historia puede ser un arma de doble filo; puede ser, por un lado, liberadora y esclarecedora para el horizonte de los pueblos y, por otro, esclavizante y fuente de conflictos.  La segunda vertiente es la que prevalece entre Haití y la República Dominicana. Como la historia de las relaciones entre Haití y República Dominicana es antes que todo ideologizada por siempre haber respondido a posición de Estado, la revisión de la historiografía (o sea de los documentos oficiales) es la fuente más confiable. Esta misma deja entender que la verdad parece lejos de la mayoría de los libros de historia y muy distante de lo que se enseña en las clases de historia. Por lo tanto, es necesario que historiadores de ambos lados de la isla se armen de coraje para investigar y decir la verdad histórica. Será por el bien de mejores relaciones entre los dos pueblos. Con tal iniciativa, podrán reducirse los conflictos.

La otra dimensión es la cultura. Las pala­bras que usted cita de Jean-Price Mars son ciertas en buena medida; pero se necesita ma­tizar. No creo que todos los dominicanos se creen superiores, blancos y españoles, pero eso fue lo que les ha sido enseñado por mucho tiempo. Hay libros escritos por dominic­a­nos como “El Ocaso de la Nación Dominicana” de Manuel Núñez que se puede catalogar como suma ideológica del antihaitianismo dominicano. Basta estar poco tiempo en República Dominicana para darse cuenta de los prejuicios anti-haitianos abiertos o solapados. Aparte de la ideologización dominicana per se, hay que ver también el contexto latinoamericano donde el indio y el negro son víctimas de prejuicios enraizados en la colonización española. En Haití, hay una reacción a la situación sea real o percibida de los haitianos en República Dominicana. Dicha reacción dificulta aún más la mejora de las relaciones. De ahí el rol de la sociedad civil a luchar contra las noticias falsas y el de los intelectuales haitianos a orientar los diálogos binacionales.

En resumidas cuentas, se necesita una cura sicoanalítica de los dominicanos en cuanto a su idiosincrasia basada en buena medida en el rechazo a lo haitiano. Los haitianos, por su lado, han de acercarse más a la realidad haitiana para evitar toda hiperbolización de los problemas.

 

“Mejorar las relaciones entre Haití y República Dominicana pasa por tres dimensiones: la historia, la cultura y la economía. La historia puede ser un arma de doble filo; puede ser, por un lado, liberadora y esclarecedora para el horizonte de los pueblos y, por otro, y esclavizante y fuente de conflictos.”

 

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