Haití vive una situación de extrema penuria y está al borde de la explosión. La vida cotidiana de la población está hecha de muerte, asesinatos, impunidad, inseguridad, que han provocado el descontento en todas partes, en casi todas las regiones. A todo ello se suma la lacra de los continuos secuestros y una gran crisis sociopolítica y económica, alimentada por el veneno del odio y la desconfianza.

Así habló la Conferencia Episcopal de Haití en febrero de este año, describiendo la dolorosa situación por la que atraviesa este pueblo hermano y que se ha agravado por el asesinato de su presidente Jovenel Moïse, el pasado 7 de julio.

Frente a este panorama lleno de incertidumbre sugerimos a la clase política haitiana, y a todos los sectores de esa nación, echar a un lado los intereses personales y grupales y pensar en el presente y futuro de su patria. Que busquen el consenso porque como han dicho sus Obispos, solo así podrán evitar que Haití se hunda aún más en el abismo.

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