Padres y madres con el alma rota

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La delincuencia en nuestro país está dejando heridas que jamás cicatrizarán. Las familias que han perdido seres queridos por culpa de delincuentes que perdieron el respeto a la vida, saben del sufrimiento permanente que llevarán a cuesta hasta el último suspiro de su existencia.

La lista de hogares marcados por este fenómeno de la criminalidad cometida por seres perversos es larga. Recordemos los casos de Vanessa Ramírez-Fañas, que falleció el 9 de junio del 2006; Domingo Bretón Martínez, hermano del Arzobispo de Santiago, Monseñor Freddy Bretón, que el pasado 12 de enero se cumplió el primer año de su partida, y otros tantos como el de Julisa Campos, ejecutiva bancaria a quien un malhechor le quitó la vida la madrugada el lunes 20, estando ella en su hogar.

Hasta dónde llegará esta descomposición social. Hasta cuando los delincuentes harán de nuestros campos, pueblos y ciudades tierra de nadie, en donde salir a la calle es un riesgo, o estar en el espacio sagrado del hogar es vivir en un miedo permanente, por temor a ser asaltado, y perder la vida en un instante.

Señores autoridades, no se puede perder un segundo más sin buscar las urgentes soluciones a este grave problema de la inseguridad ciudadana. Esta triste realidad está llevando a muchos dominicanos a querer marcharse del país, y otros que regresaron de varias naciones para pasar aquí los últimos años de su existencia están optando por volver a los pueblos que hace años los acogieron.

A propósito de la inseguridad ciudadana, ¿dónde y cómo los delincuentes consiguen las armas de fuego que le posibilitan cometer sus fechorías?

Esperamos que haya consecuencia para los responsables de estos desmanes que tanto temor y desasosiego están trayendo a la sociedad dominicana.

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